Vivimos la segunda década del siglo XXI del planeta Tierra, si nos ajustamos a la Era actual. Han transcurrido casi dos decenios completos desde la entrada de la humanidad al siglo XXI. Expectativas, descubrimientos y grandes avances se esperaban en la última década del pasado siglo XX. Nos enfrentamos, ahora, a tiempos de mayores y más complejas amenazas: Ciberamenazas sofocantes, mutantes, y una robótica de increíbles avances. Somos testigos del combate acelerado de una cibernética, sin límites físicos, y sin fronteras demarcadas. Sufrimos, a diario, los nuevos riesgos cibernéticos para la seguridad ciudadana y la integridad personal. Hoy, gobiernos nacionales y regionales, comunidades enteras, instituciones ciudadanas, y grandes compañías, son blancos indefensos de estas multifacéticas amenazas.

Afectadas están personas de todas las edades, profesiones, nacionalidades, orientaciones políticas, sociales y económicas. Incluimos los “semilleros” de niños pequeños, que juegan con sus “tabletas”; y los pequeñines del kindergarten, que quizás aprendan primeras letras en alguna variedad cibernética. No escapa la gente común y sencilla. Todos ellos son los vulnerables por el batallar ilimitado de la ‘Internet’ transnacional, poderosa, “despatriada” y pragmática. Esa “cosa” poderosa –Internet– ya está convertida en un monstruo inculpado o sin culpa, con juicios señalados o pendientes; es el nuevo mundo de los “ciber reinados” desbocados. ¡Es lugar común de modernos adictos, afectados y sufridos! .…

¡Así en parte, sigue en desarrollo este nuevo siglo XXI, que ya se ha “consumido”, con costos humanos, sociales, económicos y ambientales, casi dos décadas completas! …

Podemos agrupar algunas amenazas principales, en desarrollo, en áreas como: la pobreza insistente, el descontrol de las enfermedades infecciosas en sus configuraciones biológicas y químicas; el deterioro medioambiental planetario, activo y “desconocido” por dirigentes de algunas naciones, ajustados a conveniencias políticas y económicas.

Persisten los conflictos armados, algunos con más de una década de existencia (como Siria). Se mantiene la proliferación de armas nucleares, biológicas, químicas y radiológicas, que en algunos casos permanecen en manos de grupos terroristas. Persiste el terrorismo con bases ideológicas-religiosas, y el terrorismo indiscriminado en ciudades. Agregamos la utilización socio política de una forma de delincuencia organizada transnacional, basada en el negocio mafioso de drogas de nuevas “tecnologías”, a lo largo del planeta. El ambiente estratégico para todos estos desarrollos lo caracteriza la presencia de actores múltiples y conocedores de tecnologías avanzadas en la producción, transporte y distribución.

Se mantiene un crecimiento impactante en el ámbito de la información, la propaganda, y la cibernética; en la generación y control de condiciones caóticas; en sofisticadas amenazas adaptativas, con métodos asimétricos abrasantes, operando en “redes a distancia” y áreas urbanas congestionadas, que dejan grandes destrozos y tragedias a la población corriente.

En este siglo XXI, la tecnología se convierte cada vez más en un medio para el poder político, militar, económico, de gobiernos centrales, regionales y corporaciones transnacionales; con poderes de crecimiento casi infinitos, que sólo estarían limitados por la ambición de los que ostenten esos poderes. Todo esto es parecido a lo que ya comenzábamos a ver a finales del pasado siglo XX, pero multiplicado por el “factor riesgo”, creciente en un mundo acelerado, que desde ya promete (y comienza a cumplir) la conquista de nuevos destinos galácticos.




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