Siempre he considerado que la mirada analítica de los seres humanos dependerá de qué tanto hayan leído. La lectura nos abre las puertas del mundo, nos ubica en un marco de referencia que facilita la comprensión de los contextos socio-culturales, políticos, económicos. Además, quien practica el hábito de la lectura, va desarrollando en términos aristotélicos “las virtudes del alma”, es decir, la parte racional del hombre, lo que le permitirá alimentar su intelecto con textos que le ayuden a crecer y, cuestionar con argumento, lo que en nada sume a su formación.

En estos tiempos en los que las nuevas tecnologías de comunicación e información se convirtieron en una prótesis del cuerpo, se hace evidente que muchos de nuestros jóvenes -y no tan jóvenes- no leen. La pobreza en el vocabulario empleado al establecer una conversación, errores ortográficos en los textos que redactan e incoherencias en la escritura, son indicios que revelan que algo está pasando. Si no hacemos nada al respecto, las desgracias del mundo se harán más obvias, tomando en consideración que el tan trillado futuro, estará en manos de gente que hoy día solo lee libros de autoayuda y quieren ser “influencers”.

Recuerdo que, en el pasado, las maestras utilizaban el periódico como herramienta para enseñar a leer. En casa, nuestros padres nos hacían viajar con historias que incentivaban la curiosidad y ya de adolescentes, se nos obsequiaban libros en nuestros cumpleaños. Hemingway, Mistral, García Márquez, Borges y Gallegos formaban parte del inventario de jóvenes que iban consolidando el hábito de la lectura. Con el pasar del tiempo se sumaban grandes filósofos y formábamos círculos de lectura para debatir los contenidos. En la actualidad, parece que los intereses son otros y se hace evidente que en nuestros países la gente lee menos cada día,sin embargo, pasan decenas de horas al mes revisando Instagram, Whatsaap y desconocen quien fue Shakespeare.

El gran maestro José Manuel Briceño Guerrero -uno de nuestros insignes intelectuales venezolanos ya fallecido-en todas sus obras nos exhortaba a leer, a conocer el valor de las palabras. Recuerdo hoy una de sus frases “El centro de la condición humana es la palabra. Hablamos, leemos y escribimos intentando entendernos con ella. La palabra me ayuda a enfrentarme a lo insospechado del alma”. A esto agregaríamos que la lectura nos permite viajar por el mundo de las palabras, educar sentidos y tener mayor entendimiento y comprensión de la diversidad cultural que caracteriza al mundo.

La lectura nos hace viajar, fundirnos en la sutileza de la poesía y vivir la experiencia de personajes propios de la literatura. Nos permite conocer hechos de actualidad, discutir sobre ideología, filosofía, ciencia y un largo etcétera. En esta transformación que sigue ocurriendo en el mundo debido a los avances tecnológicos, debemos rescatar el hábito de la lectura, responsable de grandes avances culturales y desarrollo del pensamiento moderno. El libro como objeto probablemente con el tiempo tienda a disminuir en tiraje, pero lo importante en esta discusión, como lo advertía Pasquali, es que, sobre los nuevos soportes tecnológicos, sigan apareciendo palabras. Además, que la lectura sea fomentada desde casa y no dejar la tarea exclusivamente a los docentes.

Recordemos que somos lo que leemos

@luisalonsohp

 




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