Los resultados anunciados por Tibisay Lucena son inverosímiles y en algunos casos, escandalosos, pero no son sorpresivos. Y quien se sorprenda por ellos, o finge o funge de tontería. La población venezolana está padeciendo un catástrofe humanitaria, el rechazo a Maduro y los suyos es masivo y creciente –según los estudios serios de investigación, que también los hay–, y sin embargo la hegemonía se las arregla para obtener la gran mayoría de las gobernaciones. Nadie, en su sano juicio, se puede tragar ese cuento.

Lo que pasa es que no es un cuento sino la realidad que está siendo impuesta, una vez más, desde el poder. Pero eso se sabía que podía pasar, y para ser francos, se sabía de sobra que iba a pasar. El voluntarismo electoral tiene sus aspectos positivos, pero hay contextos en los cuales no tiene la capacidad de prevalecer. Y el de la Venezuela sojuzgada por la hegemonía roja, sobre todo en los últimos dos años, es uno de ellos. No obstante, hay factores políticos de oposición cuya miopía es tan evidente, que hasta cuentan los pollos antes de nacer, y de una manera pública, notoria y comunicacional. ¿Qué más debe pasar para que comprendan dónde se encuentran?

El fraude perpetrado en los comicios constituyentes, en los que se fabricaron seis millones de votos, al decir oficial del frente opositor, sirvió de antesala a las votaciones regionales. Eso era evidente, y quienes no lo entendieron así, no fue porque carecían de elementos, sino porque preferían adelantar otro tipo de intereses políticos. Legítimos en una dinámica democrática, pero contraproducentes en una despótica y depredadora. ¿O es que acaso se va a producir un cambio efectivo en Venezuela, por el hecho de que fulano sea elegido gobernador o sultana, gobernadora?

Figuras decisivas en el ámbito de la oposición política, declararon reiteradamente que no caerían en la trampa de unas elecciones regionales manipuladas. Importantes comentaristas de la tragedia nacional, escribieron sesudas líneas en ese mismo sentido. Que no se diga, entonces, que el súbito cambio de opinión que experimentaron, no podía tener consecuencias o costos entre la gente que les concede algún tipo de autoridad o influencia política. Porque ahora resulta que para algunas de estas figuras o comentaristas, lo que pasó es culpa de la gente que no fue a votar. Mayores contradicciones que esas no son fáciles de imaginar. ¿Sorpresa por los anuncios de Tibisay Lucena? No. No hubo sorpresas.

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