María Teresa Gertrudis de Jesús Carreño García de Sena, mejor conocida como Teresa Carreño, fue una gran pianista venezolana que murió en Nueva York el 12 de junio de 1917. Su nacimiento se produjo en la ciudad de Caracas el 22 de diciembre de 1853.

Desde muy niña mostró su inclinación por la música. Cuando tenía apenas ocho años sus padres la llevan a Nueva York y debuta en el Irving Hall de esa ciudad, el 25 de noviembre de 1862.

Ante el asombro del público y de los críticos, uno de los asistentes señaló: «No me explico cómo pueden alcanzar la octava esas manos, es un misterio, y sin embargo, esos pasajes se oían claros y correctos. No comprendo: ¡No puedo comprenderlo!».

En 1863 actuó como solista en la Filarmónica de Boston. Viajó a Europa, donde los públicos exigentes de París, Madrid, Edimburgo, Londres, aclaman a la niña prodigio. Sus viajes se extendieron por toda América, Australia, Nueva Zelanda y África del Sur.
A los veinte años de edad se casó con el violinista de fama internacional Emile Sauret (1873); el matrimonio duró sólo dos años. En 1876 contrae matrimonio con Giovanni Tagliapetra, con quien crea la compañía de conciertos Carreño-Donaldi Operatic Gem Company. Famosa ya en todo el mundo, el gobierno venezolano la invitó para que diera unos conciertos en Caracas, pero los prejuicios sociales de la época la perjudicaron, ya que por el solo hecho de ser mujer divorciada los aficionados a la ópera le hicieron un gran vacío.
Teresa estuvo en Berlín como solista de la Orquesta Filarmónica de esta ciudad, y se convierte en la esposa del pianista Eugene D’Albert (1892), pero al parecer en asuntos de amores no tuvo la misma suerte que en sus actuaciones profesionales. En 1895 obtuvo un nuevo divorcio y un cuarto matrimonio al casarse en 1901 con el hermano de su segundo marido, Arturo Tagliapetra.
Esta gran pianista venezolana, considerada la mejor de su época, compuso el vals Teresita dedicado a su hija. También son memorables su Himno a Bolívar y el Cuarteto para cuerdas en si bemol. El último concierto lo ofreció en La Habana, ciudad que la había visto triunfar en marzo de 1917. Antes del concierto fue advertida por el oculista del peligro en que se hallaba y que debía suspender los conciertos y volar a Nueva York. La pianista no obedeció y actuó brillantemente.

Los críticos de La Habana no creían en su enfermedad, se portaron irónicos en sus crónicas. Una de ellas decía: «Esperamos que la señora Carreño se mejore pronto y que pueda aún, a pesar de su avanzada edad, dar muchos conciertos… en Nueva York». No duró mucho tiempo más la famosa pianista.

«A las siete de la noche del 12 de junio de 1917 la Valkiria entraba en el Walhalla». Nueva York fue su primera tumba. Sus cenizas fueron traídas en 1938 y reposan en el Panteón Nacional desde el 9 de diciembre de 1977. El Complejo Cultural de Caracas, inaugurado en 1983, lleva su nombre.




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