Theresa May (AFP)

El gobierno británico de Theresa May llega a las negociaciones de divorcio con la Unión Europea, que empiezan el lunes, debilitado por un fiasco electoral y avistando nubarrones económicos que le hicieron suavizar su posición.

En este contexto, el ministro de Finanzas, Philip Hammond, dijo el viernes en Luxemburgo, en una reunión con sus colegas de la UE, que hay «dar prioridad a la protección de los empleos, del crecimiento económico y de la prosperidad».

«Empezamos las negociaciones la semana que viene y lo hacemos con un espíritu de sincera cooperación, con pragmatismo, tratando de hallar una solución que funcione» a ambas partes, añadió.

May pasó meses insistiendo en que nada frenaría su intención de reducir la inmigración y que estaba dispuesta a dejar el mercado único europeo, la unión aduanera y todas las instituciones europeas, con tal de controlar sus fronteras.

Pero el 8 de junio, los electores británicos le quitaron la mayoría absoluta en el Parlamento, su futuro es incierto, la libra no se ha recuperado del susto del referéndum de hace un año, la inflación es alta y la confianza de los consumidores cae.

Las empresas británicas temen que cuando se haga efectiva la ruptura, cerca de finales de marzo de 2019, se queden, de la noche a la mañana, sin las facilidades para importar o exportar a sus socios europeos, para vender productos financieros o para contar con personal europeo.

Por ello, Londres insistió en que quiere negociar un acuerdo comercial al mismo tiempo que el de divorcio, algo que los socios europeos consideran inviable, dada la complejidad de la ruptura.

«Nuestra opinión es que el acuerdo de salida y los términos de la relación futura tienen que ser acordados uno junto al otro», sostuvo el viernes un portavoz del Departamento para la Salida de la UE, o, como se le conoce más popularmente, el ministerio del Brexit.

«Creemos que el proceso de salida no puede concluir sin tener en cuenta la futura relación, como dijo la misma UE, ‘no hay acuerdo sobre nada hasta que no esté todo acordado'», prosiguió.

Una ruptura sin precedentes

Además de la futura relación, los dos temas más espinosos sobre la mesa serán el de la suerte de los 3,6 millones de ciudadanos de la UE que viven en el Reino Unido y de los 900.000 británicos en la UE, la mayoría en España, y la factura del divorcio, que incluirá liquidar los compromisos presupuestarios adquiridos por Londres y otras partidas, como la aportación a las jubilaciones de los funcionarios europeos.

Es la primera vez que un Estado miembro abandona el bloque nacido después de la Segunda Guerra Mundial. El Reino Unido integraba la UE desde hacía 44 años. En junio de 1975, un referéndum  confirmó el acuerdo de integración de 1973. El 8 de junio de 2016 los británicos dijeron sí al Brexit.

Las negociaciones tendrán lugar en Bruselas y empezarán a las 11H00 (09H00 GMT) con un encuentro de 90 minutos entre los principales negociadores: por el lado británico David Davis, y por el europeo el francés Michel Barnier.

Ambos mantendrán luego un almuerzo de trabajo y ofrecerán una conferencia de prensa.

Luego, las negociaciones se desarrollarán en tres grupos de trabajo: uno sobre los emigrantes de ambos lados, otro sobre la factura del divorcio y el tercero sobre el futuro de la frontera entre la provincia británica de Irlanda del Norte e Irlanda, la única terrestre entre ambas partes, exceptuando la de Gibraltar, que no es parte del Reino Unido sino territorio de ultramar.

Que May no haya logrado acordar todavía una alianza parlamentaria con el DUP norirlandés (Partido Unionista Démocrata) y sus 10 diputados, esencial para que los conservadores tengan una mayoría absoluta justa en la Cámara de los Comunes, no ha sido interpretado como un buen augurio.

«Si el gobierno no puede ni siquiera sellar un acuerdo con el DUP, ¿cómo diablos va a conseguirlo con la UE?», se preguntaba el diputado laborista Alistair Carmichael.




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