Para los psicólogos “Tocar fondo” quiere decir encontrarnos frente a frente con la realidad; descubrir que somos responsables de nuestras vidas y de las cosas que hemos hecho así como de las que hemos dejado de hacer. Se toca fondo cuando se ha perdido o se está perdiendo lo esencial en la vida: la familia, la dignidad, la salud, la libertad… cuando ya no se puede más.

“Cuando oigo a la gente decir que estamos tocando fondo me invade una angustia terrible: ¿será que les digo lo que pienso o me hago el loco? A veces es mejor callarse cuando no tienes nada bueno o útil que decir. Pero este no es el caso. Poner el debate de la crisis sobre la mesa es indispensable si queremos presionar los cambios necesarios para que el país no siga cayendo por el despeñadero”, apuntaba en un diario de circulación nacional Luis Vicente León… hace año y medio.

Sería un ejercicio morboso-depresivo el indagar cuánto hemos, como país, descendido desde que el especialista de Datanalisis dejó esa terrible inquietud en el tapete.

No pierda su tiempo calculando el valor del dólar en aquel entonces, ni realice ninguna abstracción pertinente a su capacidad adquisitiva; pues en esto de tocar fondo ya ha fondeado nuestra vivencia y nuestra paciencia

Estamos tocando fondo desde ese tiempo en el cual se criminalizó a unas personas por una acción no violenta de exigir elecciones limpias, mientras se ensalzaban y premiaban a otras por acciones muy violentas en las que se invadían propiedades, vulnerando derechos. Desde ese instante en el cual se arremetió contra una madre que simplemente esperaba calidad en la enseñanza de su hijo.

Empezamos a tocar fondo desde el momento en el cual la Fiscal defendía al acusado y el Defensor del Pueblo lo acusaba; donde se convirtió la verdad en mentira; desde ese momento en el cual permitimos que se persiguiese a un periodista por documentar su reportaje. Estamos tocando fondo desde ese fatídico momento en el cual este régimen prácticamente confiscó, para su usufructo, los poderes públicos. Desde ese momento en el cual se canceló el proceso de descentralización administrativa; donde no se dejaron de visualizar las garantías de transparencia y limpieza electoral; desde ese momento que dio al traste con la independencia del Poder Judicial y con la sana autonomía del BCV.

Estamos tocando fondo desde ese instante en el cual de amenazas a la propiedad privada se pasó a la confiscación pura y simple; desde ese día en el cual se empezaron a silenciar a los medios de comunicación y a cuantos disentían de tantos y tan continuos desaguisados y atropellos.

Y creíamos haber tocado fondo cuando presenciábamos pasivamente el cerco al sector industrial y los cierres compulsivos de empresas por motivos fiscales; las agresiones y sempiternas amenazas a la autonomía universitaria, no tan sólo con recortes presupuestarios, sino en la violencia desatada contra sus estudiantes; y lo más lamentable: la perversa tarea llevada a cabo para minar la armonía, en ese empeño en sembrar odio y división entre un pueblo noble.

¿Acaso nos percatábamos, hace muchos años, cómo se tocaba fondo, al acabar con las Fuerzas Armadas y convertirlas en «milicias» al servicio del Presidente? Y también al fondo aparecieron las reiteradas agresiones contra la Iglesia Católica y sus representantes.

Nuestra sociedad ha sufrido, durante más de tres lustros, una verdadera agresión psicopolítica. Se encuentra, más que angustiada, atemorizada y hambrienta, amordazada por el temor que imponen la coacción, la fuerza, el insulto y la furia que pone en práctica el gobierno, como si se tratase de un régimen de ocupación, amparado por las trampas, las mentiras y el ocultamiento; nuestra sociedad se encuentra confundida por la aparente moderación de muchos de sus locuaces defensores; la mayoría democrática y silenciosa está desalentada por el derrotismo imperante que pretende presentar la dominación del régimen como irreversible. Y se hace necesario repetirlo: No podemos seguir con los discursos. Decimos una vez más, nuestros problemas hoy son, ante todo, además de la terrible inflación, políticos, éticos y morales.

Una sociedad con el nivel de exclusión y desintegración como la que tenemos no se genera por casualidad, ni por distracción. Por tanto, debemos ir a las causas y no seguir llenando espacios y horas de charlas sobre las consecuencias. Hay que iniciar ese camino que nos lleve a la libertad ciudadana, el cual, como todo camino, tiene riesgos e itinerarios.

Ese camino requiere responsabilidad, madurez y audacia para remontar y volver a empezar, como lo anotó José Luis Sampedro: «Porque es tocando fondo, aunque sea en la amargura y la degradación, donde uno llega a saber quién es, y donde entonces empieza a pisar firme».

Así las cosas, echamos mano entonces a una metáfora, al venírsenos a la mente aquella extraordinaria película – La Caza del Octubre Rojo- donde el capitán del submarino más moderno de la Unión Soviética, Marko Ramius (magistralmente interpretado por Sean Connery) nos hace sentir toda la angustia en esa increíble travesía hasta el mundo libre. Eso si fue literalmente tocar el fondo para lograr la libertad… ¿Será que conseguiremos un Capitán a la altura de Marko Ramius?

Si hemos aprendido algo en estos últimos años es que siempre podemos estar peor. Nunca vamos a tocar fondo, porque, como que lo hemos comprobado, tal fondo no existe. De no lograrse ningún tipo de salida, se estará dejando, no sabemos con que oculta intención, el camino libre al reforzamiento de un régimen que bastante daño ha causado en lo que va de siglo.

¿Podemos estar peor? Por supuesto que podemos estar peor.




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