Enfermera de Carabobo cuenta cómo debe trabajar por su cuenta para mantener a sus hijos
Foto: Dayrí Blanco

El día a día de Yelitza González no es fácil. Ella es enfermera y se las ha tenido que ingeniar para mantener a sus tres hijos y cumplir con todas sus responsabilidades.

Hace tres años tomó la decisión de renunciar a su cargo en el sistema público. El salario que recibía la obligó a eso. “Además, tenía que pagar guardería y no me era para nada rentable”. Así que prefirió quedarse en casa y ofrecer sus servicios a domicilio.

Le iba mejor. Mientras sus hijos estaban en la escuela ella se encargaba del cuidado de pacientes en sus hogares en una labor que realiza por horas. Pero con la llegada de la cuarentena todo se le complicó.

Los niños que estudian tercer grado y el último nivel de preescolar estaban en casa a tiempo completo, y no se trataba solo de conseguir quién los cuidara, sino que también debe cumplir con ellos las asignaciones de la escuela.

“Trabajo, los atiendo y a veces no puedo sentarme con ellos y explicarle porque tengo que cumplir labores en la casa y después irme con un paciente”.

Los enfermeros ganan, en promedio, entre dos y cinco dólares al mes, una cantidad con la que se le hace imposible mantener su hogar. Por eso prefiere seguir en libre ejercicio. “Me llaman para poner inyecciones, pasar tratamientos o para cuidar a alguna persona enferma por tres, cuatro o siete horas”.

Ella cobra de acuerdo a la complejidad del caso. Estar con un paciente en su casa le reporta un pago de entre cinco y 10 dólares la jornada, “eso no es el sueldo de un mes ni en un hospital ni en una clínica”.

El miedo al contagio

Yesenia está prácticamente desprotegida. Como enfermera hace todo lo posible por mantener las medidas de bioseguridad en su práctica profesional. Pero ella no está incluida, por ahora, en las jornadas de vacunación que se iniciaron en Carabobo en la Ciudad Hospitalaria Dr. Enrique Tejera (CHET) de Valencia, y en el Hospital Adolfo Prince Lara de Puerto Cabello.

También trata de tener a sus tres hijos bajo resguardo. Por eso no está de acuerdo con el retorno a las aulas y, aunque se le complica el día a día entre sus labores profesionales, atender el hogar y cumplir con las asignaciones educativas, prefiere seguir en la modalidad online.

“Serían muchos niños en un salón y existe mucho peligro de que se vayan a contagiar, hay personas que no tienen cómo trasladarse y se tienen que ir en camioneticas, y ahí está el riesgo, en ese proceso, mientras van y regresan”.

Ella vive cerca del colegio y llevaría y buscaría a sus hijos caminando, aun así tiene medo. “Hay mucha gente en las calles que no usa tapabocas, uno va al mercado y se ve que la gente no se está cuidando. Por eso debemos proteger a los niños que han estado inmunizados en la casa, pero si los comenzamos a sacar así nos contagiamos todos, puede haber un brote”.

Sus hijos estudian en un colegio privado y, desde que comenzó la cuarentena, todo se ha manejado por WhatsApp. “Pero no es fácil. A veces tenemos internet, otras no. Hay semanas en las que la maestra no se puede ni comunicar, ni nosotros con ella, se van acumulando las tareas, no es fácil porque no somos profesionales en esa área”.




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