Es un contrasentido desconocer la voluntad soberana del pueblo y, al mismo tiempo, procurar el voto favorable de la ciudadanía traicionada para ser consagrados como sus gobernadores, alcaldes, diputados o concejales.
Pasan la página soberana y gloriosa del 28 J. para escribir la página de la desvergüenza y la traición, pujados por negocios extraños a los intereses de la Nación.
Se arrancan la máscara de la simulación democrática, para mostrar con cinismo el súper bigote de la usurpación, señalada muchas veces por quienes recibíamos como respuesta la acusación de antiunitarios, antipolíticos.
Podemos percibir nítidamente lo que hemos señalado reiteradamente, la confrontación de dos culturas políticas.
Una visión electoralista, politiquera, de mirada corta y pragmática, la cual procura un botín burocrático para mejorar la capacidad de negociación con el régimen.
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Está alternativa ha cobrado sentido con la presencia protagónica de la ciudadanía que lidera María Corina Machado y encarna Edmundo González Urrutia como presidente electo.
Hay quienes sacan severas conclusiones, cuando se preguntan ¿qué mueve a los encubiertos a participar en un proceso electoral convocado por un gobierno usurpador y represivo?, ¿por qué asumir una política suicida, de auto exterminio político e inclusive electoral, al desconocer la voluntad soberana de más de 7 millones de venezolanos? Se responden, sin contemplación alguna: el apoyo al gobierno viene con jugoso premio, una parte del banquete electoral, garantizado desde ya por el mismo CNE que ungió al usurpador.
