En esta oportunidad voy a presentar muestras de lo que queda de algunas conversaciones livianas, que las baso en lo que se oye a cada rato en el trajín cultural de nuestro país. Algunas pudiesen estar fuera de moda, pero aun así, son fáciles de reconocer. No se las tomen muy en serio. Algunas expresiones podrían considerarse “indelicadas”, pero todas se escuchan con facilidad y frecuencia. ¡Diviértanse un rato!

La cultura venezolana ha desarrollado expresiones idiomáticas artísticas, literarias, médicas y laborales propias, además de que convivimos con “decires” callejeros de uso popular. El valor cultural de la fraseología venezolana radica en que es un instrumento creativo de comunicación coloquial, de enorme poder difusor. Con el tiempo estas expresiones saltan barreras sociales, se expanden y generalizan a todos los estratos sociales. Circulan a través del cara-a-cara de los vínculos, del correo electrónico, de aplicaciones cibernéticas, de la prensa, radio, televisión o Internet. Son conocidas las expresiones referidas a “extraños” males sociales, físicos y psicológicos, y a síntomas o enfermedades, conocidas mayormente en Venezuela… Veamos, con un ejemplo y aplicaciones: 

Las discusiones y peleas de calle muestran los “trancazos” recibidos de lado y lado, y a simple vista, se aprecian los “tuyuyos” craneales, y sobresalen los “chichones” de la “coñacera”, recibida en el último “despelote” callejero. Eso le pasó al “musiú” de La Bodega de la Esquina. Porque estaba “manguareando”, quisieron “ningunearlo”, y se armó la “sampablera”. ¿Entendieron? ¡Está claro! Es parte de la onomatopeya popular venezolana: Sentimos parte del dolor que afecta a ese “musiu”, al ser blanco de sonoros “trancazos”, combinados con “mamonazos” que vuelan por todas partes. La fraseología popular genera una amplia verborrea…  

Gabito, otro joven que se “embraguetó” en la misma pelea callejera, comenzó con “quebrantos” y “fogaje”, con una misteriosa fiebre, no tan alta para ser fiebre, pero seria como para faltar al trabajo. La cosa se le complicó con la presencia de súbitos “yeyos”, bajas de tensión y “tembleques”. Gabito fue al médico, por sentir el cuerpo “pesao”, pero ¿cómo explicar la “pesadez” al doctor? El padre de Gabito lo explicó a su manera: “Es una “vaina loca”, doctor, como que si el tronco del cuerpo “va pa’ un lao”, los brazos pesan “que joden”, las piernas no «dan», y uno está medio «enclenque» y camina “turulato”.

¡Más claro no canta un gallo! El médico tomó nota, la envió luego a una asociación de medicina, la consultó con prestigiosos médicos de su localidad, y envió también una copia anexa a la Academia de la Lengua, capítulo Venezuela… Gabito y el “musiú” ganaron edad, son ahora buenos amigos y socios. No quisieron ser unos “pela bola”. Comprendieron que la mejor manera de vivir bien la vida es, como dicen los libros: “ganar, ganar” en todo lo que hagamos…




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