Era inevitable, más temprano que tarde tenían que chocar. Dos gobernantes temperamentales y poco respetuosos de la civilidad política, no podían coexistir en buena paz. De hecho, Trump empezó su campaña hacia la Casa Blanca con la promesa del muro fronterizo para detener la inmigración ilegal. Es decir empezó con un tema mexicano. López Obrador, es justo reconocerlo, había sido prudente en relación con Trump, pero éste es cada vez más beligerante. El anuncio del aumento de los aranceles es una declaración de guerra comercial. No hay duda al respecto.

En lo que sí hay duda, es si la inmigración descontrolada es el motivo principal para la anunciada guerra comercial, o si hay otras razones de igual o mayor peso. Es probable que la decisión del nuevo gobierno mexicano de acabar con la apertura petrolera de Pemex, tenga que ver con todo esto. Son cuantiosas las inversiones que están en juego con la política nacional-populista de López Obrador, y esas inversiones vienen, en gran parte, de EEUU. Una dimensión de las complejas relaciones que debe ser examinado, para entender lo que está pasando entre Trump y López Obrador.

Hay otras, por supuesto. Los amigos de Trump en México, y en especial los relacionados con el Partido Republicano, deben estar muy preocupados con el rumbo que López Obrador le está imponiendo a su país. Y digo «imponiendo», porque una cosa es ganar unas elecciones dentro de un determinado estado de derecho, y otra es utilizar ese triunfo como un trampolín que genere modificaciones a ese estado de derecho, hasta el grado de hacerlo irreconocible, incluso de que deje de ser un estado de derecho, propiamente dicho.

Hay algunos que se desconciertan con López Obrador. No me cuento entre estos. Tiene un proyecto de poder que trasciende de manera obvia el tradicional y constitucional sexenio presidencial. El no llegó a la Silla del Águila para sentarse en ella por seis años y después irse a su casa. Creo que tiene la intención de permanecer en el poder, y está dispuesto a forzarlo si fuera necesario. La demagogia, por lo demás, ayuda en este sentido.

México es el país más importante de Hispanoamérica y EEUU es la primera potencia mundial y la única que lo es a la vez, en el plano económico y militar. La cuestión de la inmigración ilegal se ha vuelto un «issue» muy sensible en Estados Unidos, y desde luego que también la demagogia ha hecho su agosto con el asunto. Ni Trump ni López Obrador son mandatarios caracterizados por la sindéresis. La mesa está servida para que los conflictos viejos se refuercen y para que aparezcan conflictos nuevos.

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