La compra de una casa en las afueras de Madrid por los líderes de Podemos Pablo Iglesias e Irene Montero puso en jaque a esta formación de izquierda radical y la decisión les puede pasar factura, incluso en las urnas.

Las acusaciones de hipocresía no tardaron en llover sobre quienes hace tres años reivindicaban representar a «la gente» frente a «la casta», lo que les llevó a convertirse en la tercera fuerza nacional con un 20% de votos.

La polémica es tal que Pablo Iglesias e Irene Montero, la pareja sentimental y política que lidera la formación, llamaron al medio millón de militantes de Podemos a votar entre el martes y el domingo si les mantienen o les retiran su confianza.

Los resultados del plebiscito se conocerán el 28 de mayo.

Después de que la prensa revelara la compra del chalé, por más de 600.000 euros, a principios de mayo, la pareja reconoció haber firmado una hipoteca de 540.000 euros durante 30 años por una casa con piscina en Galapagar, un municipio en la sierra que rodea Madrid.

«Sabemos que muchas familias españolas, incluso con dos sueldos, no pueden permitirse una hipoteca así y por eso entendemos que es tan importante defender salarios dignos», se justificó la pareja, explicando que buscaban «algo de intimidad» para criar a los gemelos que esperan.

Figuras de la izquierda radical europea salieron en su defensa. El francés Jean-Luc Mélenchon, del partido Francia Insumisa, atacó en Twitter al «aparato mediático español» que se deleita con la polémica, especialmente la prensa conservadora.

El griego Yanis Varoufakis, exministro de Finanzas del primer ministro Alexis Tsipras, aseguró a la AFP que era «ridícula» la «noción de que quienes luchan para poner fin a la pobreza y la desposesión tienen que vivir en chabolas».

– Traición a su discurso –
Pero son los propios discursos de Iglesias, que arremetía contra políticos «que viven en chalés» y «no saben cuánto cuesta un café», los que lo acechan.

Los internautas recuperan sus antiguas declaraciones, como un tuit de 2012 en el que criticaba al exministro de Economía Luis de Guindos, artífice de las políticas de austeridad del gobierno de Mariano Rajoy.

«¿Entregarías la política económica del país a quien se gasta 600.000 euros en un ático de lujo?», se preguntaba entonces este joven profesor de ciencias políticas.

«Os habéis reído de la gente», recriminó el domingo Javier Maroto, miembro del conservador Partido Popular en el poder.

«Esto a Podemos le va a suponer una hipoteca, nunca mejor dicho, en términos de credibilidad y de pérdida de adhesiones de los suyos», asegura a la AFP la politóloga Cristina Monge.

La formación se reivindica como heredera del movimiento de los indignados, que en 2011 reunió a cientos de miles de españoles contra su clase política al grito de «no nos representan».

«Podemos les dice a sus votantes que ellos sí les van a representar. Y esta representación consiste en decir ‘nosotros somos como vosotros, somos gente de los barrios, que llevamos vaqueros, vamos en metro'», explica Monge, especialista en esas protestas.

A menos de un año de elecciones municipales, europeas y regionales, esta imagen puede quedar dañada con este asunto bautizado ya como «Chaletgate».

– Iglesias o crisis –
También generó malestar en las propias filas. Si bien solo el alcalde de Cádiz (sur) José María González había criticado indirectamente la compra, este lunes dirigentes locales empezaban a pronunciarse.

«Estoy dolido», declaró el secretario general de Podemos en la región de Asturias (norte), Daniel Ripa, mientras una dirigente del partido en la capital, Lorena Ruiz-Huerta, juzgaba como un «error» la organización de un voto interno.

La controversia «daña más la imagen de Pablo Iglesias y por ende la potencialidad electoral del partido», estima Antonio Barroso, analista de la consultoría Teneo Intelligence.

Alma e imagen del partido, el líder de Podemos, con su característica cola de caballo, arrastra una reputación de hombre autoritario tras su enfrentamiento hace un año con su exnúmero dos Íñigo Errejón, recuerda.

Pero el partido no parece tener otra solución que refrendar al tándem dirigente.

«Si dices que sí, es una adhesión inquebrantable a sus personas. Si dices que no, puedes meter al partido, a un año de elecciones, en una crisis absolutamente espantosa», opina Monge.




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