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En el campamento de Tienditas no hay frustración, hay ganas de seguir luchando. Este centro de atención que se instaló para atender a los venezolanos que no pudieron regresar a Venezuela tras los intentos por ingresar la ayuda humanitaria, está repleto de sentimientos.

Hay rabia frente al comportamiento de unos guardias nacionales, policías y colectivos que demostraron lo poco que les importa el bienestar de la población, y que lo demostraron al quemar los camiones cargados con medicinas y alimentos. Pero también hay optimismo y más ganas de seguir esforzándose por presionar un cambio de gobierno en el país. Lo que aconteció el sábado y lo que ocurrirá este lunes en Bogotá, los llena de fortaleza.

Las gandolas con la ayuda humanitaria quemada permanecen en el puente Francisco de Paula Santander, en Ureña. Foto cortesía Laura Núñez

Es lo que se escucha, es lo que se siente. Son decenas de personas, algunos con niños, que están a la expectativa de lo que este lunes ocurra en Bogotá, durante la reunión del Grupo de Lima, a la que asistirá el presidente encargado Juan Guaidó. Esperan instrucciones.

Hay emoción por los 160 guardias nacionales que desertaron para no seguir convalidando la tiranía de Nicolás Maduro, algunos de los cuales llegaron este domingo por el puente de Ureña.

Precisamente en este lugar, en el puente Francisco de Paula Santander, hubo escaramuzas este domingo, entre manifestantes venezolanos y miembros de la Guardia Nacional. Luego la calma retornó, en una situación de tensión que posiblemente recrudezca este lunes.

El presidente Iván Duque acudió al sitio en la mañana, para conocer el estado de los camiones quemados el sábado por militares venezolanos, pese a que estaban cargados de ayuda humanitaria.

Tensa calma

El paso por las trochas cercanas al puente Simón Bolívar toma unos 10 minutos y hasta 50 mil pesos (Foto: Carolina González)

Por los lados del Puente Simón Bolívar la única opción para alcanzar territorio colombiano son las trochas. Hasta 50 mil pesos debe una persona pagar para recorrer este trayecto durante unos 10 minutos, en los cuales hay que cruzar dos pasos de ríos y mantenerse en alerta.  Cuando se divisan los militares colombianos la calma retorna, pues la salida de San Antonio del Táchira se hace difícil por la cantidad de colectivos presentes en la zona. Esta población venezolana vive desde el sábado una especie de toque de queda impuesto por civiles encapuchados y armados que se desplazan en motos con pistola en mano.

En la zona de la Parada, en el municipio Villa del Rosario, donde se llega tras el recorrido por una de las trochas que sale desde San Antonio, la situación era de normalidad. Vendedores de comida, ropa, accesorios para celulares, entre otros, trabajaban como en un día normal. En el puente Simón Bolívar también se observaba una aparente, pero tensa calma. La tregua luego de los enfrentamientos, a la espera de las decisiones que se tomen en la reunión de este lunes en Bogotá podría cambiar el panorama.

El recorrido hasta Tienditas en buseta es relativamente corto. Un trayecto de aproximadamente 15 minutos separa esta zona de otra donde se mantienen cifradas las esperanzas: El puente Tienditas. Allí se instaló un centro de atención para venezolanos en situación de vulnerabilidad, esos que se quedaron tras el cierre de la frontera

Ejército de paz sin fusiles

En los centros de atención cientos de venezolanos varados en Colombia reciben ayuda Foto cortesía Laura Núñez

César Acosta es uno de sus coordinadores. El pertenece al Ejército de Paz, una fuerza sin fusiles que tiene sus esperanzas cifradas en la recuperación de Venezuela. Desde hace 10 meses vive en Bogotá, impulsado por el rechazo hacia la forma como están manejando el país. «Pero la semilla social está ahí y junto a amigos de otros países me vine a Tienditas a luchar porque la ayuda humanitaria entre a Venezuela».

César está convencido de que pusieron todas sus fuerzas físicas e intelectuales para lograr que la ayuda pasara a Venezuela. El no entiende como Nicolás Maduro puede ser tan malvado no solo para impedir que las medicinas y alimentos entren a Venezuela, sino para quemarlos, cuando en el país hay gente que muere de hambre y también por la falta de tratamientos. «Lo que vivimos en Venezuela debe ser reflejo para todos aquellos países que acarician el socialismo. Lo que provee es riqueza para los que gobiernan y miseria para los gobernados. Ellos sacan las maletas llenas de oro, de coltán».

El coordinador del centro contó como este sábado la desesperación se apoderó de mucha gente. La desesperanza arropó muchos que estaban convencidos de que ya la vida no vale nada y era preferible ofrendarla por el país. Algunos querían ir a una especie de suicidio colectivo, lanzándose a las vías para presionar el ingreso de la ayuda humanitaria. «Ayer lo que hubo aquí fue una carnicería, una movilización militar y paramilitar increíble. Pudo haber habido una matanza de altas proporciones, por eso era necesario impedir que la gente se lanzara hacia ellos, a una muerte segura y sin sentido»

Ya la comunidad internacional lo vivió y Guaidó lo confirmó. Este gobierno lo que quiere es una guerra civil, señaló.

En el centro hay muchos venezolanos que cruzaron la frontera con la esperanza de empujar la ayuda humanitaria y luego volver al país, pero ahora no podrán hacerlo porque las fronteras están cerradas. Según Acosta, hay mucha gente colaborando con ellos para brindarles asistencia y alimentación mientras pueden regresar.

Las gandolas las quemó el gobierno

Los perdigones de plomo hirieron a varios manifestantes. Foto cortesía Laura Núñez

Alexis estuvo el sábado en el puente Francisco de Paula Santander, en Ureña. Él es de Maracay, estado Aragua, pero desde hace dos años vive en Villa del Rosario.  La falta de medicinas, comida, agua, gas, electricidad y muchas otras carencias lo impulsaron a salir.

En Ureña nos retuvieron cuando pasamos tres gandolas, atestiguó. «Los cuerpos de seguridad quemaron dos y ahora quieren decir que fuimos nosotros. Las gandolas fueron quemadas por los efectos de las bombas molotov que lanzaron desde Venezuela». De la última pudieron retirar parte de las medicinas y alimentos antes de que se quemara por completo. T

También recibieron lacrimógenas y perdigones de plomo, uno de los cuales estuvo alojado en su brazo. «Como el gobierno trabaja con los colectivos sacaron a ese poco de malandros para que nos dispararan, por fortuna cada día más guardias se van yendo a Colombia».

Su mensaje es claro. «Hay que seguir luchando porque si dejamos pasar esto estaremos 20 años más en la miseria y la destrucción». Que Maduro haya estado bailando mientras la gente en Ureña se estaba matando y luchando por la libertad de Venezuela es algo imperdonable para Alexis. Por eso este domingo volvió al puente de Ureña. Lo seguirá haciendo hasta que ingrese la ayuda humanitaria.

Mejor estrategia

Daniel Díaz es de Barquisimeto, pero vive en Bucaramanga desde hace cinco años. No podía faltar a la cita de Tienditas. Estuvo allí pendiente de presionar por el ingreso de la ayuda humanitaria, pero se vio frustrado cuando en ese puente no les permitieron exigir el ingreso, porque estaban los presidentes. «Debieron entonces mandarnos a Ureña para ayudar a los que estaban masacrando los colectivos y los militares»

El joven exige información clara y honestidad de parte de los políticos que para él solo quieren figura. «Debieron habernos dicho a tiempo que hubo problemas con las gandolas que pasaron por Ureña para irnos hasta allá»

Miguel Ángel Parada llegó desde San Cristóbal, indocumentado, el viernes. Él dice que está escribiendo un libro sobre la cruda realidad en Venezuela. Fue a Colombia a ver el concierto y a apoyar el ingreso de la ayuda humanitaria porque no le gusta lo que está pasando en Venezuela. «Desde que Chávez comenzó a cerrar la frontera, empezaron los problemas para muchos».

Hasta que la ayuda ingrese

Yanelis Sierra regresará al país cuando ingrese la ayuda humanitaria (Foto: Carolina González)

Yanelis Sierra se fue desde San Cristóbal a ver el concierto y a colaborar con la entrada de la ayuda humanitaria. Viajó en buseta hasta San Antonio y se instaló en el puente de Ureña junto a los camiones que llevaban la ayuda humanitaria. «Allá nos arremetieron fuertemente los cuerpos de seguridad y civiles».

Ella está con su novio, estudiante de Comunicación Social en la Universidad de los Andes. Regresará a su ciudad a seguir sus estudios de Registros Estadísticos para la Salud en el colegio María Auxiliadora, de donde egresará como técnico medio, cuando pase la ayuda humanitaria. «A eso vinimos a ayudar. Ya estamos aquí no vamos a dar un paso atrás. Mis planes no son irme a vivir afuera, quiero estar en Venezuela y que regresen mis familiares que tuvieron que partir». Además, su mamá padeció cáncer de seno y necesita medicación permanente.

De tanto mantener los pies mojados Yanelis sufrió una infección. Hoy recibe asistencia médica en el centro de atención.

De Charallave pa`Tienditas

Milagros Rivas conversa con otro voluntario en el centro de atención. Foto cortesía Laura Núñez

Milagros Rivas es voluntaria del centro en el área de salud. Ella salió junto a su mamá desde Charallave, en el estado Miranda, el pasado miércoles. Tomó una buseta en Valencia que la llevó hasta San Cristóbal, donde la represión de la Guardia Nacional a obligó a bajar y a caminar un trayecto que, en carro, se realiza en dos horas.

Ella se organizó a través de la página de voluntarios creada por Guaidó para reunir personas dispuestas a colaborar con el ingreso de la ayuda humanitaria. Fue destacada en el área de la salud, donde atiende a los venezolanos en situación de vulnerabilidad. «El sábado recibimos 10 heridos con perdigonazos y traumatismos. Ellos hoy se volvieron a ir hoy a Ureña».

En el centro hay pacientes con epilepsia, hipertensión, asma y bebés con alergias. «Ya podemos ofrecer atención primaria y las personas graves las remitimos a los hospitales de la zona, donde son atendidos de manera gratuita. La fecha de regreso a Venezuela: Cuando ingrese la ayuda humanitaria.

De Maracay a Colombia en cola

José y sus compañeros luchan con escudos y máscaras. Foto cortesía Laura Núñez

En el puesto de atención del barrio El Escobar, adyacente al puente de Ureña, otro grupo de venezolanos es testigo de la solidaridad colombiana. Allí también están los jóvenes que luchan por el ingreso de la ayuda humanitaria.

De Maracay llegó a Colombia. José lo hizo en cola. Este joven de la resistencia, que lucha con un escudo y una máscara, evitó las alcabalas durante ese trayecto, por temor a la recluta. Que su familia estuviera pasando hambre y algunos enfermos lo llevó hasta el vecino país. Su abuela no sabe que está allá, pero permanecerá en Ureña hasta que la ayuda ingrese. El sábado fue testigo de cómo los guardias nacionales y colectivos que estaban en el sitio se robaban las medicinas que podían tomar antes de que se quemaran. Eso lo indignó y comprometió a seguir peleando.

Una lucha sin retorno

Johan, Israel y José conversaban sobre sus próximas acciones, luego que el sábado estuvieran peleando todo el día por pasar las gandolas al lado venezolano. Cuando las quemaron se enfurecieron. Hoy están convencidos de que no regresarán al país hasta que logren el cometido.

Johan es de Naguanagua y estará en Ureña hasta que el cuerpo aguante. «Maduro se puso a bailar mientras se quemaban las medicinas. Nosotros vamos a resistir por nuestros familiares enfermos.»

Israel se quedará en Colombia hasta que se vaya Maduro. Natural de Mérida, vive en el país vecino desde hace un año. Agradece a los colombianos el apoyo que les han dado en medicinas hidratación y comida. También en la lucha de campo, asegura.

José. otro merideño radicado en Colombia, recordó que después que pasaron los camiones fueron atacados, acribillados por el régimen que quemó dos gandolas cargadas con medicinas para los niños y los enfermos. «Las que no se quemaron se las robaron, eran medicinas útiles para las personas con cáncer que conozco, pero sé que Dios las multiplicará».

José aseguró que en Ureña y en Venezuela hay miles de Oscar Pérez con una causa justa: La libertad de Venezuela. «Aquí vamos a aguantar, si aguantamos 20 años podemos hacerlo unas horas o unos días más. «Nicolás te queda poco tiempo, ese maduro ya está negro. Diosdado de esta no te vas a salvar, la mano de Dios te va a alcanzar».

La provisión más importante

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Mientras todo esto ocurría, un grupo de voluntarios llevó «la provisión más importante.»  Los jóvenes rezaron junto a los venezolanos en situación de vulnerabilidad. El mensaje de fe en un cambio en Venezuela fue acompañado por todos los presentes quienes, de rodillas, pidieron a Dios fortaleza para vencer la maldad que se instaló en Venezuela.

Tanto en el centro de Tienditas, como en el de Ureña, el optimismo lucha contra la desesperanza. La acción de quemar las medicinas los indignó, pero también los motivó a seguir sumando esfuerzos por lograr un cambio en Venezuela.

 




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