Es cierto que razonamos a través de analogías y comparaciones, aunque no estemos muy conscientes de ello, o aunque las mismas no sean pertinentes.

De allí la natural disposición a hacer comparaciones y analogías, entre períodos determinados de la vida colectiva de un país.

Por ejemplo, en nuestro caso, entre el período democrático de la República Civil, y la llamada Revolución Bolivariana que ha imperado en el siglo XXI como hegemonía despótica y depredadora.

Es muy riesgosa la comparación, en materia de ejecutorias y en cuanto al tema de los activos. Y lo es porque se trata de comparar un sistema constructivo, con todas las fallas reconocidas, y un régimen destructivo que se mantiene en el poder por su habilidad de disfrazar una dictadura de democracia, y por la carencia opositora de conducir políticamente el rechazo masivo a Maduro y los suyos.

Alarma cuando analistas hablan de retrocesos en tales o cuales dimensiones, siempre a modo de crítica. No. No hay retroceso. Lo que hay es un salto en el vacío.

Se sobrevive en un terreno inexplorado, que no tiene precedentes en el historial de Venezuela. En especial a partir de 1936, cuando el Estado y la nación inician en serio un proceso de modernización.

Es un error esencial el considerar al trágico presente como un retroceso a tiempos anteriores. Vamos cayendo por un abismo, y si no lo entendemos, seguiremos cayendo.




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