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Andrei Dmitrievich Sacharov fue un hombre educado, epónimo de un prestigioso premio a la libertad de pensamiento que este año recibió María Corina Machado

Andrei Dmitrievich Sacharov fue un hombre educado. Su padre Dmitri fue un profesor de Física en una Universidad de Moscú, autor de libros de texto para los estudiantes de la materia, y además pianista aficionado quien, según su hijo, interpretaba bastante bien a Chopin, Grieg, Beethoven y Scriabin. Su abuelo Ivan, un abogado del entonces Imperio Ruso, abogó por el respeto a los principios de atención social y humanitarios, incluyendo la abolición de la pena capital, y su madre Yekaterina era hija de un general del Ejército Zarista. Toda una fórmula precisa para crear un ser con personalidad recia, acostumbrada a luchar por lo que consideraba justo, sin concesiones a los abusos de poder y a la dictadura irrespetuosa de los derechos humanos.

Según escribió él mismo mas tarde, vivían en un edificio comunal de apartamentos, y “la casa estaba impregnada de un fuerte espíritu familiar tradicional: un entusiasmo vital por el trabajo y el respeto por la competencia profesional. Dentro de la familia nos brindábamos apoyo mutuo, así como compartíamos el amor por la literatura y la ciencia.” Y sigue su autobiografía señalando que su abuela paterna le leía de corrido en inglés los cuentos de Charles Dickens o de Harriet Beecher-Stowe, esta última luchadora contra la esclavitud en los Estados Unidos de fines del siglo XIX.

Apenas obtenido el grado universitario como físico en 1942, fue enviado a trabajar como leñador en una cooperativa comunista, y allí pudo apreciar las amargas condiciones de vida del campesino bajo el régimen de Stalin.

Y continúa con su autobiografía: “En 1947, defendí mi tesis sobre Física Nuclear, y en 1948 fui incluido en un grupo de científicos investigadores cuya tarea era desarrollar armas nucleares (...) Durante los siguientes 20 años trabajé en condiciones de la más alta seguridad y bajo gran presión, primero en Moscú y luego en un centro especial de investigación secreta. En ese momento, todos estábamos convencidos de que este trabajo era de vital importancia para el equilibrio de poder en el mundo y estábamos fascinados por la grandeza de la tarea”

Pero comenzó también su preocupación por el desarrollo de armas atómicas y la realización de los experimentos nucleares, y los problemas morales inherentes a este trabajo, y fue a partir de 1964 cuando comenzó a angustiarse por los efectos biológicos y ambientales, lo que lo llevó a escribir unos libros sobre el tema, que nunca fueron publicados en la Unión Soviética, pero sí en el mundo libre en 1968, lo que le valió a Sacharov ser retirado del trabajo ultrasecreto, y "relevado" de sus privilegios en la "Nomenclatura" soviética (la clase privilegiada en la cima del sistema).

Convertido en firme defensor y activista en pro de los derechos humanos, Sacharov devino enemigo del régimen soviético en 1972, sufriendo la persecución, ordenada por Nikita Kruschev, de la policía política (la siniestra y temida KGB); en 1980 fue exiliado el físico nuclear y disidente político soviético a la ciudad de Nizhni Nóvgorod, a orillas del Volga y distante de Moscú unos 400 kilómetros, después de denunciar la invasión soviética de Afganistán. Se le permitió regresar a Moscú en 1986, donde murió en 1989.

En su honor, tres años antes, el Parlamento de la Comunidad Europea había creado el “Premio Sacharov de la Libertad de Pensamiento”, este año concedido a nuestra María Corina Machado y a Edmundo González Urrutia, por su valiente lucha contra la opresión del exclusivo club “Depredadores de Venezuela”.

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Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor y no reflejan necesariamente la posición de El Carabobeño sobre el tema en cuestión.

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