Uno de los elementos clave  del subdesarrollo latino americano ha sido el hecho de que los militares, en lugar de funcionar como institución, han querido hacerlo como gobierno. Imagínense que entre 1830 y 1958, Venezuela estuvo gobernada por civiles solamente durante nueve años!   Y así, desde Perón que logró hundir económicamente Argentina, uno de los países mas sólidos del mundo, hasta Velazco que trató, afortunadamente sin éxito, de socializar a Perú,  desde Stroessner en Paraguay hasta Noriega en Panamá, desde Pérez Jiménez en Venezuela hasta Roja Pinilla en Colombia, desde Banzer en Bolivia hasta los gobiernos militares de Brasil y Argentina para concluir con Fidel Castro, el mas deletereo de todos y que no era propiamente un militar pero que ha podido mantenerse en el poder solamente gracias a la fuerza de las armas. De hecho el apelativo de “comandante” que asumía con tanta ostentación, era una clara demostración de eso.

Lo cierto es que, a pesar de esa amarga experiencia, causa primaria del atraso de nuestro continente, todavía hay personas que creen que los graves problemas, a nivel de honestidad y competencia administrativa  que afligen a Latino América, puedan ser solucionados solo a través de una masiva infiltración castrense en la vida pública. Y hay motivos aparentemente válidos que sustentan esa tesis porque el militar es sumiso y disciplinado, es cumplidor y ordenado, prerrogativas típicas de una persona que pertenece a una estructura rígidamente jerarquizada y que, por lo tanto, se supone incapaz de traicionar o de no acatar las ordenes  que vienen desde arriba. Que triste y errónea ilusión! Por supuesto sobran ejemplos -y   lamentablemente constituyen la aplastante mayoría- que demuestran la falacia de esta teoría, como el caso de las tantas intentonas golpistas perpetradas justamente por militares, violando así esa constitución sobre la cual habían jurado fidelidad. Es evidente entonces que, frente al despelote administrativo, a la corrupción y al despilfarro vergonzoso de tantos gobiernos “civiles” latinoamericanos, pueda ser deseable una presencia masiva de militares que garanticen, por lo menos, un mínimo de orden y de eficiencia administrativa para tratar, no digo que no se robe- eso sería utopía- sino que no se robe tanto! Craso error!

Esos problemas que acabo de mencionar  -corrupción, despilfarro, desorden, mala administración etc.  -no son imputables al sistema democrático sino a la incapacidad, a la ineptitud y a la deshonestidad de nuestra clase política que, gracias a un sistema judicial corrupto e ineficiente le ha permitido y sigue permitiéndole una serie de vagabunderías. Sin embargo, frente a esa triste e irrefutable realidad, no nos hagamos ilusiones de que un gobierno militar o militarizado pueda significar el santo remedio contra todas esas calamidades de la vida política latino americana. La experiencia demuestra que…todo lo contrario! Tomemos conciencia de una vez por todas que el que ha emprendido la carrera militar no lo ha hecho para gobernar el país, porque, por lo normal no tiene ni las condiciones, ni la visión política, ni la capacidad para eso, sino con otros fines igualmente nobles y patrióticos.

Los graves problemas que afectan a  América Latina son parte integrante de la sociedad civil, de esa misma sociedad de donde provienen   nuestros dirigentes tantos políticos como militares y eso se pueden corregir solamente obrando de acuerdo a aquella famosa máxima de Kant que reza: “en nuestra vida cotidiana deberíamos comportarnos en sintonía con esas mismas normas que quisiéramos eregir como normas universales”. ¿Estamos dispuestos a hacerlo?

Desde Italia – Paolo Montanari Tigri




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