La hegemonía roja del siglo XXI tiene una deuda colosal con Venezuela. Una deuda política, económica y social. Una deuda que no puede pagar. Una deuda que surge de haber malbaratado la oportunidad histórica de estos largos años, fundada en la bonanza petrolera más prolongada y caudalosa de los anales. Lo que ha quedado de todo ello es la ruina económica, la catástrofe social, y de paso una deuda externa –en sentido financiero, que ya va entrando en impago o «default». Y todo ello en el marco de un despotismo depredador.

¿Mayor deuda que esa? Imposible. Y es obvio que quienes acumularon esa deuda no pueden ser los que vayan a solventarla. Eso también es imposible. Para que la gran deuda deje de aplastar a Venezuela y a los venezolanos, hay que superar a la hegemonía. No hay otra. Pero hay quienes no lo ven así. Que están más preocupados por sus pequeñas parcelas burocráticas, a las que llaman “espacios”, que por la tragedia general que padece la nación. No sé si los que así ven las cosas, y se desenvuelven en consecuencia, están o no al tanto del profundo daño que le causan a Venezuela. Uno que no es menos gravoso que el impuesto desde el poder de Maduro y los suyos.

Deuda y continuismo van de la mano. Al alimón, como se decía en otros tiempos. Mientras más tiempo permanezca Maduro –y lo que él representa—al frente del poder, más abrumadora será la deuda con Venezuela. Por ello, es necesario repetir un principio elemental que, no obstante, no pocos soslayan o niegan: lo que es bueno para Maduro es malo para Venezuela, y por el contrario, lo que es malo para Maduro es bueno para Venezuela. ¿Por qué cuesta tanto entender algo tan básico? Las respuestas a estas preguntas se sitúan en un espectro que va de la negligencia al dolo. Lamentablemente.

Todo lo cual, desde luego, no impide apreciar la realidad tal cual es. Y esa realidad tiene como aspecto muy principal a la deuda colosal que oprime a los venezolanos, y que exprime nuestro potencial como sociedad independiente en el mundo global. Deuda que no se limita, como ya se dijo, a lo estrictamente económico-financiero, sino que abarca todas las categorías de la vida nacional. ¿Qué más tiene que pasar para que nos terminemos de dar cuenta que no podemos –ni debemos, seguir así?

Venezuela tiene que superar a la hegemonía roja, para que pueda empezar a subir la cuesta de la deuda colosal. Para que pueda empezar a tener nuevas y necesarias esperanzas en sus posibilidades.

flegana@gmail.com




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