En su moto, caminando, en transporte público. No importaba el medio, hasta el 2012. César Heredia se movía de un lado a otro desde el sur de Valencia, donde vive. Ahora lo sigue haciendo, pero en una silla de ruedas que, además de movilizarlo, se convirtió en la inspiración para no detenerse, superarse económicamente y ayudar a otras personas.
Él estaba con un amigo cuando solo tenía dos años con la discapacidad y vio cómo un señor estaba echando a la basura la estructura de una silla de ruedas vieja. En ese momento le surgió la idea y le pidió a su compañero que lo ayudara a recogerla y llevarla a casa.
Su objetivo era repararla, pero no tenía los recursos para hacerlo. Ni siquiera podía arreglar su propia silla que estaba en malas condiciones. Pero no dejó de pensar en lo que posteriormente se convirtió en “Señor Taller”, un espacio donde hoy día no solo acomoda sillas de ruedas, sino que las fabrica.
El proyecto comenzó de a poco. Aún es modesto, en el patio de su casa en la urbanización Trapichito de la parroquia Miguel Peña de Valencia. Pero, aunque no le genera grandes ganancias, le sirve como sustento económico a él y a su primo, que es su trabajador.
Además de hacer las reparaciones y producirlas para particulares, a precios que están 40 % por debajo de los que exhiben en casas médicas especializadas, Heredia también lo hace como parte de la fundación Ruedas de la Felicidad, para las que arregla las sillas que le llevan y son entregadas a personas de bajos recursos con discapacidad.
Especialista en sillas de rueda
César tenia 25 años cuando su vida cambió. El 2 de diciembre de 2012 iba camino a casa en su moto cuando fue interceptado por un par de jóvenes que le dispararon dos veces para robarle el vehículo. Una de las balas afecto su primera vertebra dorsal y tuvo derramamiento de miela que le provocó parálisis en las piernas.
Antes de ese hecho, él se dedicaba a la reparación de equipos tecnológicos y estudiaba administración financiera. Nunca imaginó que se convertiría en especialista en sillas de ruedas. “Es como cuando tienes un carro, poco a poco sabes qué está fallando y lo que debes hacer. En la calle a uno se le puede espichar un caucho o dañar una rolinera y hay que resolver”.
También se ha hecho experto en sillas de ruedas especiales, de acuerdo con la condición de discapacidad de cada persona. “Las ideamos y complacemos al cliente. Hay quienes tienen fractura en el pie, otros son amputados o cuadripléjicos, y en cada caso es diferente”.
En el taller usan piezas nuevas y rescatadas de sillas que han intervenido. “Las pintamos, le hacemos los forros, les ponemos cauchos y rines nuevos”.
Los materiales para las sillas especiales, de uso diario, no se consiguen en el país, a diferencia que las de utilidad hospitalaria, y eso complica la labor. “Tenemos que ver cómo hacemos para traerlos de afuera y la fundación Ruedas de la Felicidad nos ha ayudado con eso”.
El taller del futuro
El proyecto de Heredia no se limita al patio de su casa. El plan es tener un taller en el que puedan fabricar a gran escala sillas de ruedas a precios accesibles para todo aquel que lo necesite.
También tiene su mirada puesta sobre las sillas de uso deportivo, luego que durante su rehabilitación se dedicara al baloncesto. Actualmente es jugador de esa disciplina sobre sillas de ruedas y presidente de los Centauros de Carabobo, equipo pionero en este deporte en Venezuela y sub campeones en el país. “En enero de 2021 conseguimos un cementerio de sillas en el club y, junto con todos los jugadores comenzamos la recuperación progresiva de cada una”.
La intención es fabricar sus propias sillas para jugar baloncesto en Carabobo, dado que el equipo ha crecido. “Somos el primer estado con baloncesto femenino en sillas de ruedas y con una escuela de formación para niños de ocho a 14 años que tengan alguna discapacidad motora. Hemos ido creciendo y esto ha demandado más sillas de ruedas especiales, por eso hago un llamado tanto a las empresas privadas como a instituciones públicas para que colaboren y volteen hacia los deportes adaptados, hacia las personas con discapacidad”.
Lo complejo de tener una discapacidad en Venezuela
La vida para una persona con discapacidad motora medular en Venezuela es muy compleja, a pesar de que cuenta con una de las mejores leyes de protección a esta población, es un país firmante de la Convención Internacional de los Derechos de las Personas con Discapacidad, hay una Ley nacional desde 2006, además de la Constitución, leyes regionales, y algunos municipios con ordenanzas. “Pero eso está en papel y trasladarlo a la realidad es muy complicado”.
Obtener un empleo es una tarea difícil. “Por mucho currículo que tengas no es fácil porque, pese a que ley obliga a las empresas a que el 5 % de su personal sean personas con discapacidad, el patrono busca a trabajadores con la menor discapacidad posible”. Tampoco es fácil movilizarse, no hay transportes accesibles.
Pero lo más cuesta arriba para Heredia es lograr una rehabilitación integral que incluya tanto al paciente como a los familiares, porque no se trata solo de lo físico, sino de lo psicológico, sobre todo cuando el caso es una discapacidad adquirida, como la de él, y no de nacimiento.