“Allí donde otros exponen su obra yo sólo pretendo mostrar mi espíritu”.

Antonin Artaud.

 Describir la situación de nuestro país, resulta cada vez una tarea repetitiva, rutinaria y hasta cercana al masoquismo, así pues, hablar o escribir sobre nuestra peculiar situación, supone hurgar en la herida, hendir los dedos en esta yaga dolorosa que nos han producido estos mustios, feroces y crueles años del anatema del chavismo. Las cifras en materia de macroeconomía aplicada no son suficientes para explicar la complejidad de esta encrucijada, podríamos afirmar que las respuestas explanadas desde la caja de herramientas de la economía son susceptibles a manipulación perversa por parte de quienes hoy nos tiranizan, y con la ayuda de los pseudohablantes pueden inclusive constituirse en una forma de torcer la realidad, de burlar el tránsito hacia la verdad, si en algo ha sido exitoso el chavismo es en la construcción de la mentira como política de Estado.

En tal sentido, nuestra crisis embrida, como ya se ha abordado anteriormente, una buena dosis de daño antropológico y de quebranto moral y espiritual, la emergencia de una realidad que contradice la falsa normalidad impuesta, y la mutación hacia formas de capitalismo de corte clientelar y corporativo que solo benefician al cinco por ciento de la población más rica, así como a la burguesía, que se impone desde las formas de la proxemica con la hegemonía que domina el poder. Se presentan como un verdadero teatro  de la crueldad,el chavismo perfila un auténtico cuadro de incoherencias con las formas, propias de una ideología vaciada en principios cuyos orígenes solo se asocian a intereses crematísticos de cualquier índole.

Los intereses crematísticos han demolidodefinitivamente los límites que unas muy débiles instituciones podían imponer, así el estado natural, la supervivencia a la fuerza, se ha entronizado; el estado natural de Hobbes se impone con cruel rostro en la demolida Venezuela, la negación de nuestro drama por parte de sus perpetradores representa el punto de mayor suma de crueldad de esta heredad instalada en el poder, el chavismo abandonó sus posturas colectivistas y comunistas, para ahora imponer un modelo de salvaje corporativismo que lo hace connaturalmente próximo con el fascismo.

El daño es tan enorme, que no existe ningún venezolano indemne de este naufragio colectivo, podríamos afirmar que todas las familias de nuestro país exhiben las marcas de los dolorosos y lacerantes latigazos propinados desde la cómoda poltrona en la cual se ha convertido el Fuerte Tiuna, la pena violenta que sustenta este horror del poder total.

La idea de quedar solos en el laberinto, presa de la homicida saña del engendro de Pasifae, con una Ariadna sin madeja de hilo para lograr salir hacia la civilidad, hacen crecer en cada uno de nosotros la idea desesperada de huir y ponernos a salvo de las tropelías de una hegemonía inmisericorde, hacen palpable la humana necesidad de escapar, buscar un lugar a salvo; así se viene perfilando una migración trocada en éxodo y ahora en diáspora desordenada y dolorosa, que hace cada vez más inhumana esta realidad, tantopara los que nos hemos quedado como para aquellos que se van.

Para Nicolás Maduro, en su alcoba sustentada por los fusiles y bayonetas, el éxodo no supera la cifra de ochocientos mil compatriotas, esa es su realidad, y al ser oficial se convierte en una verdad obligatoria, esta columna pretende aclarar que la cifra del éxodo es sieteveces y media superior a la manejada por el despacho de la maldad absoluta, así desde la absoluta hegemonía queda vetado asumir que hay un fracaso sideral e inmenso, en su lugar existe una recalificación especial de este entuerto en el desarrollo histórico y social de la república, la recalificación y el neologismo es el lenguaje de quienes secuestraron al estado de derecho.

La diáspora nos fractura, nos duele, hiende los dientes en los apegos materiales, en los afectos, en los espacios comunes en los entornos que nos son cercanos, el cálculo frío del éxodo se impone como un cruel ejercicio, voltear hacia el pasaporte, apostillar la trayectoria académica y despedirse de los afectos a quienes por efectos del tiempo no podremos volver a ver luego de la decisión de huir, de irnos y por ende dejar todo atrás, constituye el peor de los daños infringidos por este horror.

La diáspora se pretende morigerar, ocultar y por ende esconder en un intento por hacer potable un éxodo de más de seis millones de connacionales. Para Maduro, quienes se van llevan capitales, pero supongo que la imagen de los caminantes huyendo a Colombia es la reafirmación del fracaso de esta heredad, un 86% de quienes escapan buscan mejores condiciones de vida, trabajo y la posibilidad de vivir; la diáspora quiebra, quebranta, entristece y produce dolor.

Nuestros poquísimos estudiantes, manifiestan el deseo de graduarse para huir, apostillar papeles y nacionalizar la traza académica con el fin de hacerse visibles para el mundo, un mundo que ignora nuestra horrida crisis por indolencia, además de la evidente imposibilidad de nuestra dirigencia por hacer visible el horror que vivimos, la levedad frente al mal nos hace potabilizar cualquier triquiñuela e intentar hacer juicios apodícticos desde la irracionalidad, convertir disparates en verdades hacer espurio el pensamiento; de esta manera el mal se impone bajo la permisividad de un juicio debilitado, de un pensamiento pobre y por ende absolutamente incompatible con el pulso del horror.

 

Como corolario, la diáspora es la consecuencia humana ante el mal total, el deseo natural de huida, la necesidad incontrovertible y justificada por ponernos a salvo es una pulsión natural y por ende visceral, un acto reflejo que nos empuja a buscar guarecernos del peligro, dejando todo atrás, uno de las tantos testamentos abyectos del chavismo subyace en este sentimiento de huida horrida y de escape inconsciente.

Así pues, el acto de escapar debe y tiene que ser negado por sus perpetradores, así como niegan la eclosión de una crisis humanitaria y en su lugar imponen una falsa idea de normalidad, con la intención de negar el fracaso, justo allí el óbice del talante perverso se hace ostensible en el más incontrovertido logro del chavismo, generarle precio a la desigualdad, fracturar la isonomia, abjurar de sus orígenes.

La diáspora es horrida y demuestra la crueldad del chavomadurismo, este país dejo de ser un país, nos empuja al exilio y quizás esa sea nuestra mayor perdida, el peor de los daños causados por la violencia de estos años mustios. En el dolor de esta diáspora llevaremos el país en cada uno de nuestros recuerdos, en cada valija en la cual nos acomode el deseo de reconciliarnos con la decencia y la justicia.

Rehacernos, reinventarnos iniciar desde cero, pensar en irnos más no renunciar a la vuelta, al menos reencontrarnos en nuestro propio ser, recoger los trozos de lo que fuimos y en las fracturas advertir que aún estamos enteros, cada línea, cada sílaba que construye este nuestro discurso que es considerado catarsis, no es más que la urdimbre deshecha de nuestro drama, el cual al negarnos a entender entronizamos en el horror.

 “Estoy en el punto donde ya no toco a la vida, pero tengo en mí todos los apetitos y la titilación insistente del ser. Solo tengo una ocupación: rehacerme”.

Antonin Artaud.

 




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