“A través de un proceso continuado de inflación los gobiernos pueden confiscar -secreta y disimuladamente- una parte importante de la riqueza de sus ciudadanos”

Keynes.

Existe una vinculación entre el lenguaje de las costureras y la capacidad lingüística para pensar con racionalidad, este es un vestigio griego . Desde luego hilar, tejer, bordar fino, rematar, sostener con alfileres, son reminiscencias que nos vinculan con la tarea de la costura y de la construcción del pensamiento, en tal sentido los fenómenos monetarios de este país no tienen otra proximidad con la forma o vestigio del lenguaje de las costureras que el mero hecho de una costura a estilo de bastear o ejercer una tarea por demás burda y justamente eso es lo que han realizado tanto en la política fiscal como en la monetaria.

Se ufanan de haber vencido la hiperinflación y con un retraso de treinta y seis meses ofrecen operaciones de mercado abierto (OMAS), desde el Banco Central de Venezuela para esterilizar una liquidez monetaria que el propio régimen inyectó al torrente económico y eso es evaluado como un signo plausible, lograron abatir la antigualla hiperinflacionaria a punta de una contracción brutal del gasto público abandonando la prestación de servicios elementales, como agua, energía eléctrica, educación y salud, impusieron de facto un default selectivo y desde luego pivotados en la destrucción del crédito y la gravosa destrucción del aparato productivo lograron contener la hiperinflación y dejarnos en este estado de propensión inflacionaria.

Sumidos en los reduccionismos de “Venezuela se arregló”, el régimen encontró terreno fértil para lograr la convalidación aprobatoria de una sociedad reducida a la existencia elemental al conformismo, que se produce como consecuencia de la fractura del contrato social, siguen produciéndose en el ámbito económico situaciones que nos alertan sobre un rebrote inflacionario, así como de la imposibilidad de mantener estable un tipo de cambio pese a las intervenciones realizadas en desde el Banco Central, que consolidan una cifra de más de 1.800 millones de dólares.

La última medición de la inflación por parte del Observatorio venezolano de finanzas da cuenta de dos dígitos 10,1%, se vuelve a la amenaza del rebrote de la inflación, de nuevo el Banco Central emitirá un comunicado artificialmente bajo y es menester aclarar que resulta bizantino, por inoficioso trabarnos en la discusión de que organismo mide la inflación mejor, el Banco Central tiene una mora de más de tres años con cifras de producto interno bruto, balanza de pagos, entre otras que nos han hecho imposible hacer uso de los fondos emitidos por el Fondo Monetario Internacional, para paliar la crisis de la pandemia, esa es la verdad y no la del sabotaje del multilateral para hacer efectivos los recursos.

Lo verdaderamente importante, es la sostenibilidad del rebote de la economía en un 6%, la estabilidad del tipo de cambio y por ende la calidad de las políticas fiscales y monetarias, lamentablemente la política monetaria en lo atinente a el objetivo instrumental del nivel de reservas y la liquidez demuestra una evidente descoordinación y en lo referente al control del tipo de cambio la selección de las intervenciones directas desde el BCV, demuestran que son un mecanismo torpe, costoso e ineficiente.

Seguimos ostentando la más alta inflación del planeta, somos un país distinto 75 veces más pequeño que en 2013 y por ende absolutamente pobre, que aún exhibe las cicatrices de la eclosión de una emergencia humanitaria sin precedentes en nuestra historia republicana, algo semejante desde el punto de vista histórico con la guerra federal, un país sin economía o con una cosa que pende de alfileres cual mortaja de Laertes, pero que se continua hilando para acercar la perversión, la maldad e instrumentalizar la pobreza.

Finalmente, el objeto de esta entrega es que no perdamos el tiempo ahora auscultando sí las cifras del Observatorio Venezolano de Finanzas o las del Banco Centra- cuando este se digne a publicarlas, para el uso de sus súbditos- sean o no correctas, lo que en verdad importa es la persistencia de una amenaza inflacionaria, la incapacidad de adquirir la canasta básica de gastos elementales y la pobreza material, trocada en cosa potable como resultado de la pobreza del lenguaje y la del espíritu, una peligrosísima combinación.

Somos una economía prendida por alfileres endebles en un telar de pos verdades, aquí no hay recuperación, menos iniciativa a la empresa y eso que llaman emprendimiento no es más que sobrevivencia elemental, mientras no decidamos entender la magnitud de daño inoculado seguiremos indeterminados hacia la nada.




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