Wensuky Bolívar siempre estuvo negada a rendirse. Ella sabía que la condición de salud de su hijo era delicada, los pronósticos no eran para nada positivos y tenía todo en su contra. Cada día que pasaba ponía en riesgo la vida de Izan Alonso, quien debía ser operado a corazón abierto, pero la cirugía en Venezuela costaba alrededor de 44 mil dólares que su familia no tenía.
Era una cifra que se perdía en la mirada noble del niño, quien además tiene Síndrome de Down y una sonrisa que le regala a cualquiera que se acerca a él.
Izan debía ser intervenido antes de cumplir seis meses de edad. Eso no fue posible por la cantidad de trámites que se requieren para lograr un cupo para la cirugía gratuita en el Hospital Cardiológico Infantil Latinoamericano Dr. Gilberto Rodríguez Ochoa, ubicado en Caracas, lo que se tradujo en una serie de complicaciones como hipertensión pulmonar y desnutrición severa para el bebé.
Reunir el dinero para que operaran a Izan en un centro privado se tornó cuesta arriba. Él nació en plena cuarentena, el 27 de marzo de 2020 y, en ese momento, parecía que todas las ayudas sociales se dirigían a pacientes graves con COVID-19. Pero Wensuky insistía porque para ella no era una opción que su hijo muriera.
Su objetivo era claro: Lograr la intervención del niño y que pudiera vivir con un corazón sano. El diagnóstico era un canal AV abierto por completo, lo que se traducía en un gran agujero en el tejido que separa el lado izquierdo y el derecho del corazón, lo que significa que el órgano trabajaba más de lo que debía, y se estaba agrandando con daños irreversibles.
El viaje que lo hizo posible
Wensuky ya había analizado todas las opciones. En el cardiológico infantil la posibilidad estaba negada por la edad de Izan y porque estaba desnutrido a raíz de la misma condición. En ese hospital, en la actualidad, ya no hacen procedimientos complejos, solo atienden quirúrgicamente cardiopatías congénitas simples y la desesperación de las madres es el sentimiento más común que se evidencia en los pasillos de esa institución.
Ella sabía que la salud de su hijo dependía de sacarlo del país y llevarlo a otro donde lo atendieran. Investigó y fijó su atención en el Hospital Universitario La Paz de Madrid, España.
Ante ese panorama, la mamá de Izan hizo verbenas, ventas de garaje, rifas, pidió colaboraciones, vendió panes y arregló cejas, entre otros oficios en un pequeño local que tenía en su casa, en la parroquia Santa Rosa de Valencia.
También contó con el apoyo de amigos del liceo, la universidad y vecinos. Así reunió el dinero para los pasaportes, pero le faltaba para los boletos y siguió con su recolección hasta conseguir una parte de los recursos y consiguió que la agencia de viaje le exonerara el resto.
Fue así, como el 28 de febrero de este año llegaron a Madrid y, cuatro días después, fueron ingresados al Hospital La Paz, donde inmediatamente un grupo de médicos le dijo que el niño debía ser operado de manera urgente, pero que antes tenían que realizarle un cateterismo para medir las presiones del corazón, porque ya Izan tenía casi dos años y debía ser operado antes de los seis meses de vida.
Empezaron a administrarle nutrición especial por sonda, le hicieron rayos x, laboratorios, estudios especiales, y hasta la prueba del Síndrome de Down que no le había podido hacer en Venezuela.
Una madre que salvó la vida de su hijo
A principio de abril le realizaron el cateterismo. Fueron do horas y media en quirófano que culminaron satisfactoriamente y el 20 de abril le hicieron la cirugía a corazón abierto que duró ocho horas. Izan presentó un bloqueo total, por lo que estuvo con el tórax abierto hasta el día siguiente que se lo cerraron y colocaron un marcapasos.
Estuvo ocho días en cuidados intensivos, fueron momentos muy complicados. “Evolucionó satisfactoriamente a una gran cantidad de tubos, drenajes y muchísimos episodios que pasaron, pero siempre agarrados de la mano de Dios… Ese pequeño cuerpecito salió adelante”.
Agradecimiento y nostalgia
Izan tiene su corazón sano y sigue sonriendo desde el alma, gracias a todo el esfuerzo que hizo su madre al buscar una solución que en Venezuela no encontró.
Wensuky hoy está llena de un profundo agradecimiento a todos los que de alguna manera la ayudaron a resolver la crisis de salud que le tocó enfrentar con su hijo. “Estoy muy agradecida con todo el equipo médico, el doctor Álvaro González, el personal de cuidados intensivo que nos trató muy bien a nosotros que venimos fracturados de Venezuela, con muchísimos problemas”.
Fueron dos meses y medio de estadía en el hospital y luego recibió una llamada de la Cruz Roja, institución de la que recibió protección internacional y asilo. Así fueron trasladados a un albergue en Madrid donde estuvieron por dos meses hasta que se mudó a un piso junto a una familia.
Izan formó parte de la estadística que indica que más del 80 % de los seis mil niños al año que nacen con una cardiopatía congénita en Venezuela, no reciben el tratamiento que requieren, pero también integra la lista de aquellos que sí lo logran en el exterior.
Wensuky recuerda con claridad: “Yo decía ¿qué voy a hacer si no tengo 50 mil dólares? ¿Qué será de la vida de mi hijo? Yo no lo iba a dejar morir y me aferré a Dios en contra de muchísimas opiniones de gente que me decía que no podía venirme a España sin dinero, y sencillamente el milagro ocurrió y era en estas tierras donde mi hijo iba a tener su corazón sano”
Wensuky solo espera la recuperación total de su hijo para pronto volver a casa. “Quiero celebrar este triunfo y milagro al lado de mi madre, mi sobrino, mi hermano y toda la gente buena que me ha ayudado. El objetivo era la cirugía de Izan y ya lo hemos logrado. Estoy muy agradecida con Dios por eso”.