El 5% de la población mundial, 360 millones de personas, entre los cuales 32 millones son niños, viven con algún tipo de pérdida de audición discapacitante, es decir, una pérdida superior a 40dB en el oído con mejor audición en los adultos, y superior a 30dB en el oído con mejor audición en los niños.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cerca del 20% de las personas que padecen pérdida de la audición, podrían mejorar con dispositivos tales como audífonos y los implantes cocleares. Pero, la cobertura actual de audífonos satisface menos del 10% de las necesidades mundiales y del 3% en los países en desarrollo.

En Venezuela, así como en los países Latinoamericanos, la cifra de usuarios de audífonos debe rondar este 3% que menciona la OMS. Quiere decir que existe un numeroso grupo de pacientes con discapacidad auditiva que se beneficiarán de la adaptación de auxiliares auditivos y por una u otra razón, no los usan. Por lo tanto, ven limitadas sus posibilidades de comunicación y el disfrute de una vida plena.

Existe un grupo más reducido de pacientes con pérdida auditiva discapacitante que no logran comprender las palabras a pesar del uso de audífonos potentes de alta tecnología. Para este grupo corresponde hacer pruebas para evaluar la colocación del implante coclear. 

Cuando la tecnología actual de los dispositivos no logra ofrecer posibilidades de audición, corresponde optar por alternativas comunicacionales como el lenguaje de señas.

Existe un lenguaje de señas para cada país, lo que representa una barrera comunicacional entre usuarios del lenguaje de señas de diferentes latitudes, además de la limitación con personas oyentes que no manejan el lenguaje de señas, entre los cuales podrían estar familiares cercanos o afectos generados en el transcurrir diario de la vida, además de personas con las que requerimos comunicarnos en el día a día (compañeros de trabajo, de estudio, parejas, vendedores).

En este año que se inicia, podríamos aprender, al menos, las señas mínimas para lograr establecer una comunicación básica con los usuarios del lenguaje de señas, desarrollar empatía con las personas con discapacidad auditiva y convertirnos todos en difusores de:

La prevención de pérdida auditiva por exposición a ruidos,

La conveniencia del diagnóstico temprano (antes de los 6 meses de vida),

La promoción de la adaptación de audífonos en esa tercera parte de las personas mayores de 65 años que padecen pérdida de audición discapacitante.

 




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