“Cuanto más siniestros son los deseos de un político más pomposo se vuelve su discurso”
Aldous Huxley
“Amusing ourselves to death”, en español “Divertirse hasta morir” de Neil Postman, es un ensayo que bien podría describir la propensión absurda por buscar en la hendidura de nuestro foso, construido desde el extravío del desarrollo histórico y social, un espacio común que pueda exhibir algún amago de recuperación para el año 2022, basándose en el discurrir kafkiano que el doloroso pulso de esta crisis le ha impreso a nuestra sociedad, pero que deriva hacia formas de capitalismo clientelar que solo logren permearse a burbujas destinadas para los socios de esta revolución de fracasos y fealdades, que lejos de imponer igualdad y justicia, trajo consigo los más amargos rigores de una tragedia innominada de desigualdad e inequidad. Pretender encontrar signos de aparente recuperación en un entorno abiertamente desigual es un ejercicio digno del ensayo de Postman, el medio es el mensaje, y en esta era de liquidez a lo Bauman, desde luego repetir que un video de una calle de la urbanización las Mercedes de Caracas, emulando el palpitar estacional de una navidad cual Miami tropical, es una pulsión atávica que subyace en nuestros subconscientes y nos reconcilia con los síntomas de muchos pseudológos fantásticos, que por incomprensión de las cifras o incapacidad para realizar modelos econométricos sueñan con aquel infeliz “ta´ barato dame dos” de una Venezuela que jamás regresará.
Esos oasis de derroche, en medio del erial de un país con 95,4% de pobreza de ingreso y 78,6% de miseria, desde luego que son una suerte de fistulas supurantes en donde la democracia, o lo que queda de ella, termina de destruirse, y por ende el capital social, es decir, la interacción armónica de la confianza colectiva para la concreción del bienestar social, se fractura hasta hacerse añicos, en tal sentido, no son síntomas de recuperación, sino de mutación desde un modelo colectivista y atávico hacia un modelo de corte corporativo y clientelar. Las políticas públicas, el acceso al mercado y el libre acceso a las transacciones quedan limitados a un cinco por ciento de la población, los que están asociados a la gansterilidad desde el ejercicio del poder. Se debe y se tienen que excluir a los empresarios y comerciantes honestos, quienes han llevado un nivel de vida que les ha permitido ciertos gustos y preferencias, pero quienes también son expelidos de estos festines dionisiacos en donde prima el nuevo riquismo obsceno y los excesos propios de quienes hacen gala de su manirrotismo como consecuencia de haber hecho del erario público un botín personal.
Bien es cierto que el ritmo de la inflación se ha desacelerado, como consecuencia de la contención de la emisión terciaria de dinero, me refiero al producto de las intervenciones cambiarias que se realizan desde el Banco Central de Venezuela a los fines de detener la devaluación monetaria, esta política es por demás insostenible y da por sentada la perdida de reservas operativas del órgano emisor, además de la caída en las posesiones de oro en más de cien toneladas, ubicándonos en las cifras más bajas de escasez áurica en los últimos cincuenta años.
Esta medida por contener la emisión terciaria, sin antes poner un coto al financiamiento que se realiza desde el Banco Central de Venezuela hacia PDVSA, cuyo monto es de 24,7 mil millones de dólares, es decir, 6395 veces la cualidad monopólica del órgano emisor para crear base monetaria, así como 2,3 veces el valor nominal de nuestras reservas nominales, se convertirá en una inutilidad más que pondrá de manifiesto la incapacidad del régimen para lograr estabilidad de precios y fomento a la actividad económica, generando de nuevo devaluaciones contenidas y un acuciante proceso de rebrote inflacionario.
Mantener infravalorado el tipo de cambio o apreciado el precio del bolívar frente al dólar también genera distorsiones, entre las más perniciosas esta como se afecta la producción nacional, al hacerla perjudicialmente costosa frente a la importación, atentando pues contra las perspectivas de crecimiento económico; desde luego la sustitución o desplazamiento del bolívar por el dólar solo en las transacciones, sin tan siquiera plantearlo en las esferas financieras, ha generado cierto goteo de la renta, pero sin valor agregado, trayendo a colación el tema de la desigualdad y el precio de la misma, en términos de contrato social y capital fiduciario.
Es innegable que tendremos un rebote en algunos ámbitos del PIB, pero de allí a manifestar que el país se recuperó existe un largo trecho, además de una evidente incomprensión de la realidad y tamaño de nuestra crisis, aún ostentamos seis millones de empleados públicos condenados a la mendicidad con salarios inferiores a 1,54 dólares al mes, sin contar a los pensionados y jubilados, la magnitud de los bonos emitidos por vía de las trasferencias son absolutamente irrisorios, pero su peso consolidado presiona a la estructura de precios y genera distorsiones entre la armonía fiscal y monetaria.
La producción petrolera no escapa a dos lustros sin inversiones, lo que la hace incapaz de remontar los 900 mil barriles diarios, nuestras refinerías son desmontadas y vendidas como chatarra, y el supuesto ciclo de subidas de los precios se encuentra amenazado por la variante omicron de la pandemia, y de llegar a darse un ajuste de precios al alza, la republica adolece de infraestructura para fomentar un ingreso robusto, no basta solo con el aumento de precios, ya que debe existir concurrencia en la producción, en tal sentido, este rebote estadístico luego de ocho años de caída en la producción no superaría del 1,2 al 2%. Venezuela requiere de 33 años continuos de recuperación, con una tasa de crecimiento del 5% anual, es decir, que para resarcir cada año del régimen de Maduro se requieren cuatro años de crecimiento en el mismo volumen del 5% interanual.
En materia inflacionaria es menester aclarar que la observación de Philip Cagan, de presencia de hiperinflación con tasas de crecimiento intermensual del 25% es un mero guarismo que debe ser revisado y comparado con los aportes de Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff sobre las hiperinflaciones modernas, de acuerdo a estos autores, cuando una economía presenta inflación interanual superior a 500% nos encontramos aun en presencia de hiperinflación, nuestro país oficialmente ostenta una inflación interanual de 1198%, y de inflación acumulada de 659%, es decir, continuamos claramente en hiperinflación, a pesar de que la senda ha descendido, a causa de la intervención exógena del Banco Central en las mesas de dinero, ahora imprimiéndole mayor control y por ende fomentando al mercado paralelo.
Recuperarnos pasa por mucho más que la presencia de bodegones, de edificaciones sibaríticas y de centros de entretenimiento para el cinco por ciento de una población, que si bien recibe las mieses de la proxémica con el corporativismo desde el poder, es una población que muy poco lee, que casi no se forma o sencillamente simula hacerlo desde la pandemia; el sistema educativo entro en hibernación, no existe formación seria y sólida, en su lugar una distante virtualidad que lejos de ser un mecanismo de concentración, es en sí mismo una herramienta de exclusión en un país como el nuestro.
Finalmente, no puede haber recuperación cuando solo se producen políticas públicas para el cinco por ciento de la población, que cual obra de Postman, se divierte hasta morir frente al drama de los excluidos, de los pensionados trocados en mendigos, así como el horrido discurrir de los profesores universitarios, otrora académicos y hoy convertidos en menesterosos, pues la revolución de todos los fracasos y de todos los errores, convirtió en patíbulo la condición de académicos.
¿Cómo hablar de recuperación con seis millones de migrantes? al pensar en las remesas enviadas a las familias, se determina que requieren más de trescientos dólares para vivir en la frenética y sultánica Venezuela de esta nomenklatura indolente; la pregunta entonces es ¿Todos los migrantes pueden enviar esta cifra en remesas? la trágica respuesta es negativa, pues se quedan con el dolor y la frustración, Las Mercedes no es Venezuela, ni siquiera es Caracas, el norte de Valencia y sus cafés y centros nocturnos bajo las alas de un vampiro no son Valencia y menos Carabobo, Venezuela cruje de dolor, de hambre, de impiedad y de idiotez, de pretender darle un curso tautológico o apodíctico a cualquier tropelía o guarismo que reafirme la muerte de la cultura, el triunfo del fascismo y la ratio técnica sobre la racionalidad. Estas líneas indican que debemos pensar y hacerlo con claridad, para evitar caer en distopías lúdicas.
“Quizás la más grande lección de la historia es que nadie aprendió las lecciones de la historia”
Aldous Huxley