Ayer noche estuve, como todos los lunes, en el sector Fundapol, en el km 5 de la Panamericana. Una comunidad que ha sido burlada sistemáticamente por las instituciones del Estado y presenta, ahora, serios problemas de infraestructura.

Los voceros del Estado hablan de desalojo y ofrecen indemnizar con 50 millones por apartamento, es decir, lo equivalente a 15 cartones de huevos ¡Bárbaro! Con eso no se compra ni un pedazo de rancho en el sector más pobre de la Vega.

Además, dice la gente «llevamos 30 años aquí. Gran parte de nuestra vida y nuestras amistades esta aquí y eso no tiene precio» En medio de la incertidumbre y el maltrato por parte de los personeros del gobierno, la gente tiene una fuerza inmensa para resistir y exigir sus derechos.

Anoche, después del encuentro con la comunidad, quedé admirado de la fe, fortaleza interior y coraje ante tanta adversidad. Me preguntaba: ¿Somos conscientes de nuestra fuerza interior? Hoy, Jesús nos dice en el evangelio, «ustedes son la luz del mundo» ¿Qué significa esto?

El único poder que tiene la luz es iluminar, romper la noche, calentar, dar vida. Me decía una señora «cuando uno está a oscuras y ve una lucecita, se llena de confianza, se le quitan los miedos, y puede seguir caminando».

Pues, Jesús nos recuerda que esa lucecita no está afuera, está dentro de nosotros, somos cada uno de nosotros y es desde esa luz interior que estamos llamados a vivir. Si ocultamos esa luz perdemos la ruta, nuestra misión.

El poder de este mundo siempre buscará por todos los medios opacar la luz de nuestra conciencia, que vivamos desde nuestros miedos, no desde la luminosidad de nuestro interior. Jesús confía en nosotros, por eso nos dice, «ustedes son la luz del mundo».

Si ocultamos esa luz que somos nos negamos a nosotros mismos; si dejamos que reluzca y la juntamos, seremos una fuerza, un fuego que enciende otros fuegos, y relucirá nuestra verdad, venciendo el miedo y las sombras de la muerte.

Oremos Señor, que el miedo y la desconfianza no nos paralicen. Que no andemos distraídos en falsas y aparentes luces. Que descubramos que la gran riqueza de la humanidad y de la tierra es la luz que somos cada uno, que encontremos en nuestro corazón y conciencia la luz que ha de iluminar este mundo, rompiendo las tinieblas de la opresión.

Que recordemos tu palabra «Así debe brillar ante los ojos de la humanidad la luz que hay en ustedes, a fin de que se vean sus buenas obras y glorifiquen a su padre que está en el cielo».

Director de la Revista SIC




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