A la fecha, en EEUU, el 30% de la población (casi 100 millones de personas) ha recibido al menos una dosis de alguna de las vacunas contra el Covid19 y el 17% (55 millones) las dosis completas. Es el cuarto país en el mundo en porcentaje de población con las dosis completas, detrás de Israel, Chile y los Emiratos Árabes Unidos (el cuarto país con más de 8 millones de habitantes, porque Mónaco, las Seychelles y Bermuda van más adelantados, pero su población está por debajo del millón). Mientras tanto, en la Unión Europea la proporción de gente con las dosis completas varía entre el 4 y el 6%, y la OMS llama la atención sobre el lento ritmo de vacunación en el Viejo Continente (el promedio mundial en dosis completas es del 1,7%).

Resulta que uno de los canales que está resultando más eficiente para la vacunación contra el Covid19 en EEUU son las cadenas privadas de farmacias, debido a su experiencia en la aplicación de vacunas y al hecho de que las tiendas están regadas por todo el territorio. A las farmacias se están sumando negocios como Walmart, que tienen farmacias y también están en todas partes, y probablemente seguirán agregándose más empresas privadas con ventajas logísticas e infraestructura para ayudar en el complejo y enorme proceso de vacunar a más de 300 millones de personas. Mostrando la estrategia de usar todos los recursos a mano, Joe Biden anunció que para el 19 de abril el 90% de los hogares estará al menos a 5 millas de un sitio de vacunación. Como evidencia de que el tema va en serio, hace poco los yanquis aplicaron 3,2 millones de dosis en un solo día, lo que representa un número récord desde que comenzaron los pinchazos.

La mención de los números de vacunados en el norte y las referencias a las empresas que participan en la campaña no tiene otro propósito que argumentar a favor de que los gobiernos echen mano de todos los recursos disponibles para acelerar el proceso hasta el límite de lo posible. Al contrario de muchos otros países que han dejado la vacunación en las manos exclusivas del Estado, la participación de los privados pone a disposición de la gente una red y una experticia que –coordinados por las autoridades sanitarias, se entiende- ayudan a darle debida atención a un tema que es vital. Tener redes de negocio y no usarlas porque el Estado “es el único” que debe salvar vidas y administrar medicinas es una decisión torpe y prejuiciada, que supone la superioridad moral de los gobiernos y su derecho de monopolio para servir a los ciudadanos. Además de que ambas suposiciones carecen de sustento, nada justifica descartar una ayuda valiosa ante la emergencia que vive el planeta. Después de todo, las vacunas más confiables que existen fueron desarrolladas por empresas comerciales, no por funcionarios públicos.

La vacunación masiva es el mejor proyecto que tiene a la disposición cualquier gobierno al día de hoy. Para empezar, tiene el efecto inmediato de evitarle más sufrimientos a la gente y salvar miles de vidas, y además, cuenta con el beneficio adicional de reanimar la economía –a tasas de retorno gigantescas, por cierto- y de avanzar hacia la normalidad con paso firme. No hay otro esfuerzo que tenga mayor prioridad que la vacunación, y por eso sorprende que regiones desarrolladas como la Unión Europea, que sufre una cuarta ola de contagios (166 mil contagios el 29 de marzo pasado, contra 66 mil en EEUU) tenga una tasa de vacunación tan baja. Sea cual sea la razón –excesivo estatismo, mala negociación con los proveedores o problemas de logística- no hay justificación para seguir a paso de carreta mientras otras regiones del mundo se mueven en avión.

La vacunación es mucho más efectiva que los confinamientos, las medidas preventivas y los bloqueos territoriales. El esfuerzo que se dedica a exigir mascarillas y distancia social debe ir acompañado de un esfuerzo mayor en conseguir las dosis y aplicarlas, con velocidad y eficiencia y sin falsos ahorros. Es el mejor negocio del mundo.




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