“Cuando lo nuevo no acaba de nacer y lo viejo no acaba de morir se dan las condiciones para hablar de tragedia; en ese interregno es donde surgen los monstruos” Antonio Gramsci

Razón tenía el autor de «Cuadernos de la Prisión» cuando acuñó el pensamiento que hoy abre nuestra opinión, pues está visto que toda crisis de crecimiento y desarrollo en la sociedad pasa por un proceso en el que -dialécticamente hablando- necesariamente lo viejo debe ceder el paso a lo nuevo. De no suceder, entonces el proceso se revierte y da lugar al estancamiento o al retroceso… y al surgimiento de los monstruos.

Nada fácil resulta perseverar y no decaer ante la complejidad política del país que hoy tenemos y las constricciones que nos impone nuestra condición socio-económica y, por otro lado, ser comprensivo con estas dificultades, ambigüedades y reacomodos, entendiendo que toda crítica que no parta de ambas actitudes -respeto a la dificultad de la política y benevolencia a los que se dedican a ella- no será todo lo radical que podría ser para impugnar con buenas razones sus evidentes deficiencias. Una vez más nos encontramos en ese interludio, donde lo viejo agoniza pero lo nuevo no termina de nacer, luego la filosofía de la praxis es imprescindible para afrontar este marasmo con coherencia, compromiso y la debida destreza.

De nuevo en el tapete – cual congelado dejà-vu – la obligatoria deliberación, la delicada discusión o el álgido debate de las primarias, tomando como ineludible referencia, el proceso electoral colombiano. Al respecto, tan sólo nos permitimos asomar ciertas ideas que afloran en el cotarro de la discusión política que nos envuelve. Se dice que el político debe aprender no sólo a percibir la realidad en el momento, sino que, yendo más allá, debe ser proactivo ante el futuro para estar en condiciones de establecer la mejor estrategia para la lucha política que debe emprender. Sabemos desde hace tiempo, al menos desde que Maquiavelo es referencia obligada en estos menesteres, que la actividad central de la política, consiste en conseguir el poder y conservarlo.

Así las cosas, que nuestros dirigentes se consagren a dicha tarea no parece ser una gran novedad. El problema reside en cuáles son las reglas, formales e informales, que se admiten para dicho fin y mucho cuidado con el uso indebido de la cacareada formula del florentino.

Una articulación política, que pretenda contar con la ciudadanía nace en el trabajo en medio de la gente, multiplicando las instancias de encuentro, de incidencia y sobre todo, de convencimiento de la ciudadanía en general.

En la actualidad tenemos una sociedad más exigente y más politizada que no se conforma con que se le den discursos, exige que se le den argumentos que la convenzan; y tan sólo se logrará su participación mediante el convencimiento de una causa que consideren coherente, trasparente, factible y creíble, pues la erosión de la confianza en el estamento político podría significar abrir una terrible Caja de Pandora.

Se ha profundizado la atomización de nuestra sociedad por diversas causas: tensión y confusión por la profusión de “aprendices de brujo” que pululan en las redes; la conversión de varios encuestadores en analistas con las consecuentes opiniones direccionadas; la determinación de los pocos medios que quedan de seleccionar cuidadosamente quienes asisten a sus programas de entrevistas; los negociantes y neo-enchufados que se dirigen a sobrevivir en el actual régimen y por supuesto, el cansancio, el desapego y la indiferencia ante una dirigencia que aún no logra lo que todos anhelamos.

Lo repetimos – tal como lo aconsejaba Andrè Gide- ya llega el momento de dejar la comodidad de nuestros espacios habituales. Si realmente queremos cambios, tenemos que luchar de manera insistente por ellos. Desechar el conformismo, la apatía y el miedo es requisito para emprender cualquier tarea y alcanzar cualquier victoria. La confianza es tan prioritaria como la unidad; y la desmesura o improvisación, así como el jugar adelantado de una de las partes afecta inevitablemente al todo, y en este juego ocupa, o mejor dicho debe ocupar, un lugar prioritario, el ciudadano como elemento activo y participativo de la realidad social y política… luego, está en nosotros el vencer los monstruos y salir de esta tragedia

Manuel Barreto Hernaiz




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