La escritora y periodista Alicia Monsalve (Venezuela, 1965) sabe de desafíos. Cuando emigró de Caracas eligió la ciudad de Los Ángeles donde fundó distintas publicaciones para impulsar el incipiente rock en español durante la década de 1990 en los Estados Unidos. Mal no le fue. Por eso, ahora, se ha instalado en Miami para darle forma a otro de sus sueños: una editorial que publique libros de autores hispanos.
El sueño de Alicia, que tiene mucho de cruzada contra los molinos de viento, se llama Ediciones Aguamiel. El propósito del sello es traer a la luz autores esquivos para las grandes casas editoriales que suelen apostar por las ventas aseguradas. Con un catálogo en formación, Ediciones Aguamiel ha ganado los premios Florida Book Awards y Latino International Book Awards por las antologías Inficciones, relatos de escritoras en confinamiento y Vacaciones sin Hotel, respectivamente.
Alicia Monsalve es egresada de la Universidad Católica Andrés Bello (Comunicación social, 1987). Comenzó su carrera en Radio Caracas Televisión, seguiría en radio, publicidad y periódicos. En Estados Unidos creó distintos medios, entre ellos, el periódico Al Borde. Participó en la antología Cuentos que son una nota (Snow Fountain, 2018).
También publicó la historia ilustrada Era tan pequeño mi elefante (Ediciones Aguamiel 2020) y editó la antología Inficciones, relatos de escritoras en confinamiento (Ediciones Aguamiel 2020).
¿Cómo es tener una editorial independiente de libros en español en Estados Unidos?
Quizás la realidad de cada editorial independiente es la de quien las dirige. Ediciones Aguamiel comenzó como un ejercicio de supervivencia, el reto de escribir un cuento cada día por quince días que se convirtió en un taller en línea y dos libros nacidos en medio de la pandemia. Era tan pequeño mi elefante, donde mezclo literatura fantástica con ilustración minimalista, e Inficciones, relatos de escritoras en confinamiento, nacido en las sesiones de Zoom para aliviar el tedio y la desesperación del encierro. Yo brindaba servicios editoriales profesionales y escribía, pero no me había atrevido a editar mis textos ni a los autores que gravitaban a mi alrededor. Eso estaba vedado por el tabú de la autopublicación, a pesar de que venía de hacer un periódico independiente en Los Ángeles, cubriendo las escenas de música latina-alternativa y ayudando a bandas independientes a proyectarse. La pandemia me obligó a lanzar un proyecto que tenía logo, página, nombre desde 2014 pues creía que tal vez moriría sin publicar. La experiencia del hazlo tú mismo aprendida con la música indie me hizo atreverme. Todavía estoy aprendiendo el negocio, pues mi foco ha estado en hacer libros con alma, auténticos, que representen a sus autores. Entrar en los círculos de esta industria es arduo, pero la tecnología y la colaboración permiten la disrupción.
Lee la nota completa en: El Nuevo Herald
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