Nadie sabe lo que va a suceder ahora más una cosa es cierta: en la consulta del domingo 16 de julio en la cual se le preguntó a los venezolanos si rechazaban la elección de una nueva asamblea constituyente, si demandaban a las fuerzas armadas de acatar las decisiones del Parlamento de mayoría opositora y si querían una renovación de los poderes públicos mediante elecciones, el 98% de los que participaron a esa consulta, dentro y fuera del país, votó “si” a las tres preguntas.

Ahora bien, si es cierto que, de acuerdo al artículo 5 de la Constitución vigente, “la soberanía reside intransferiblemente en el pueblo”, es un hecho irrefutable que Venezuela entera se opone de una manera tajante a la convocación de una asamblea constituyente, a menos que este gobierno revolucionario considere que pueblo es solamente ese reducido grupúsculo de personas que, parte por interés, parte porque víctima de un profundo lavado cerebral y parte porque carente de la hombría necesaria para reconocer haberse equivocado, lo sigue apoyando. Sin embargo y gracias a Dios, “por ahora”, vivimos en un país democrático donde privan las normas aprobadas por el pueblo y no la voluntad de la cúpula dominante!

Hay más, los jefes de estado del mundo entero, con excepción del boliviano Evo Morales y del nicaragüense Daniel Ortega, cuya orientación política es conocida por todos – basta pensar que, durante la visita del Papa Francisco a Bolivia, el presidente Evo Morales tuvo el atrevimiento de regalarle a Su Santidad un crucifijo hecho por una hoz y un martillo, clásicos emblemas del comunismo en el mundo – le han hecho en repetidas oportunidades un enérgico llamado al gobierno de Venezuela para que reconsidere su decisión de convocar una asamblea constituyente porque dividiría tragicamente el país en vez de unirlo.

En otra ocasión he dicho – y me parece aleccionador reiterarlo – que el peor error que pueda cometer un hombre público es subestimar la capacidad intelectiva del pueblo, concepto expresado con mucha énfasis hace quinientos años por el eminente pensador florentino Nicolás Maquiavelo. Frente a ese principio que nadie hasta ahora ha podido refutar, la pregunta es pertinente: Sr Presidente, frente a la creciente gravedad de la situación que confronta Venezuela y a sabiendas de que la decisión de cambiar la Constitución, esa famosa Constitución catalogada hasta hace pocos años por su predecesor como “la mejor del mundo”, lejos de resolver los problemas que vive el país mas bien los agravaría de una forma irreversible creando una situación de inestabilidad política cuyas consecuencias son imprevisibles, ¿por qué usted quiere cambiarla y cuáles son los motivos que le implusan a tomar esta decisión? No me parece correcto aceptar las reglas – lease normas de la Constitución – solamente cuando estas nos aseguran el triunfo. Si el gobierno tomó la decisión de convocar una asamblea constituyente, debe haber un motivo suficientemente válido y así como usted tiene el deber de decirlo, el pueblo soberano tiene el derecho de saberlo, máxime cuando el mundo entero está en contra. Estamos en pleno siglo XXI, en un mundo globalizado donde nadie puede hacer caso omiso de lo que dice la comunidad internacional, so pena de aislarse y de ir a la quiebra! Venezuela, no pierdas la esperanza. El mundo entero está contigo! Enhorabuena Venezuela!

 




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