Ya el predecesor de Maduro dejó a Venezuela en debacle general, pero con ciertos disimulos derivados del colosal endeudamiento que se estaba contratando, del chorro de petrodólares que aún entraba por causa de la bonanza petrolera internacional, y de la muy habilidosa demagogia con que él y Fidel Castro lograron ir montando, poco a poco, a la llamada «revolución bolivariana»…

Con el sucesor, es decir con Maduro, ocurrió lo que parecía difícil: que la debacle general se profundizara y extendiera de tal modo, que Venezuela terminó sumida en una catástrofe humanitaria, y todavía con bonanza petrolera internacional, que, además, no proporciona petrodólares porque Pdvsa ha sido destruida, junto con todo lo que ha podido ser destruido, comenzando por el sistema eléctrico nacional.

A la hegemonía roja no le interesa Venezuela como un fin sino como un medio para depredar. Y para sostenerse en el poder tiene que ser cada día más despótica. Lo fue siempre, sin duda, pero con ciertos ropajes democráticos que lograban persuadir a muchos y justificar las trapacerías de otros. Total que ya estamos llegando al llegadero, y el conjunto del país se encuentra paralizado, bajo el eufemismo de día no laborable.

En el último mes, temporada especialmente agitada por el tema tributario, casi no han habido días habilitados para al menos simular trabajar. Y en el concepto de trabajo, se incluye el estudio y sobre todo la prestación de servicios médicos, tan paralizados como el resto de la nación. El padre de un amigo acaba de morir recorriendo emergencias en hospitales y clínicas de Caracas, sin que pudiera ser admitido en ninguna.

En esa multitud de crímenes se asienta la hegemonía roja, sus mandoneros tradicionales, y subordinados a los patronos de La Habana, y una jungla variopinta de depredadores, entre los cuales figuran los boliburgueses y bolichicos, que ya no se pueden diferenciar en la práctica porque han formado una misma mazamorra de mega corrupción.

¿Tiene futuro un país no laborable? No, por lo menos no un futuro digno y humano en lo más básico. Pero es que ya el presente es así: una calamidad que tiene a los venezolanos tratando de sobrevivir el día a día, y crece el número de los que no lo logran, sea por la calamidad médico-asistencial, sea por la calamidad de la inseguridad, sea por la calamidad del hambre, sea por cualquier otra calamidad.

Esto tiene que cambiar. No es hora de disquisiciones interesadas que sólo entienden los que sólo se preocupan por mantenerse o llegar al poder. No debemos subestimar la amplitud de la Constitución formalmente vigente para encontrar vías o mecanismos que hagan posible un cambio efectivo. Venezuela no puede seguir siendo un país no laborable.

flegana@gmail.com




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