(Foto cortesía)

Dayrí Blanco | @DayriBlanco07

Teresa Moreno (*) era una maestra como las demás. Activa, dinámica y estricta. Se le veía determinante en el aula y los pasillos de la escuela. Pero desde comienzos del año es otra. Ahora suele dar clases sentada, pidió que le cambiaran el salón a la planta baja del edificio y se nota débil. Su diagnóstico no es nuevo. Esclerosis múltiple. Tiene cinco años padeciéndola, pero pocos lo sabían. No porque lo ocultara, sino porque era imperceptible hasta que tuvo que dejar de tomar las medicinas. No fue una decisión propia. Fue una imposición de la crisis que el Gobierno no ha controlado y que ha hecho de Venezuela un país no apto para pacientes con esa patología.

Tiene 40 años, dos hijos de 12 y 15, y 32 alumnos. Le cuesta atender todas sus obligaciones y tiene muchos temores. Uno de ellos es que la enfermedad siga su curso y tenga que aferrarse a una silla de ruedas. Es una posibilidad real a la que se enfrentan los más de dos mil 200 pacientes en Venezuela que padecen la patología. Todos han dado pasos hacia atrás en su estado de salud.

Desde hace 10 meses el Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (IVSS) no importa ninguna de las cinco moléculas incluidas en su protocolo de medicamentos de alto costo para la esclerosis múltiple. Son neuromoduladores, proteínas y neuroreguladores que retrasan el avance de la enfermedad que, por afectar al sistema nervioso central, causa discapacidad de forma degenerativa hasta el punto que el paciente puede tener problemas para deglutir (tragar) y sufrir de vejiga hiperactiva, lo que le causaría incontinencia urinaria. Otros de los temores de Teresa, quien es además madre soltera.

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Pero las fallas con el suministro de las medicinas no son nuevas. Renata Díaz, presidenta de la Fundación Antahkarana, que presta apoyo a personas con esta patología en Venezuela, denunció que desde hace más de un año comenzó el problema. “Llegaban solo dos o tres de las moléculas y en algunos estados del país”. Ya no llega nada.

Decir que son de alto costo no es solo un añadido. Cada caja de medicamento varía entre siete mil 24 mil dólares. Por eso el IVSS tiene el deber de proporcionarlos a quienes lo necesiten, porque con el control cambiario impuesto por el Gobierno desde 2003 y el deprimido poder adquisitivo de venezolanos como Teresa, que dependen del sueldo de maestra, es imposible cumplir el tratamiento. A eso se le suma que hay una molécula que no está incluida en el protocolo del IVSS. Solo se consigue en droguerías privadas en 120 mil bolívares para 28 días.

Los pacientes no son los únicos afectados. La vida de su entorno familiar también lo está. “Ahora deben hacer largos recorridos y colas para poder comprar alguna medicina”. Eso no es todo. Muchos de quienes padecen esclerosis múltiple tienen otras patologías como hipertensión o diabetes, para las que tampoco se consiguen tratamientos.

A eso se le suman los problemas para la compra de alimentos. “Ni siquiera se pueden garantizar las comidas necesarias para que las funciones del cuerpo estén lo más armónicas posibles”.

Debido al avance progresivo de la enfermedad sin tratamientos, hay otros elementos que se agregan a la preocupación  de Teresa y el resto de quienes la sufren. Tiene que ver con las fallas arquitectónicas en el país para personas con discapacidad. La mayoría de las escaleras mecánicas y ascensores de centros comerciales, clínica y otras infraestructuras están dañados y no cuentan con rampas para sillas de ruedas, cuya circulación en las vías se dificulta porque las calles están en pésimas condiciones. En definitiva, Venezuela parece un país no apto para quienes tiene esclerosis múltiple.

(*) Nombre ficticio

 




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