Reitero lo que he dicho en otras oportunidades: el problema más grave que confronta la Venezuela de hoy, no es su economía desastrada ni esa inflación macroscópica que reduce drásticamente el poder adquisitivo de los sueldos, no es la falta de seguridad ni el desempleo, todos problemas que condicionan la vida del país de una manera dramática- El problema más grave de esta “Venezuela seudo revolucionaria” es el odio que domina nuestra cotidianidad, un odio que brota  a través del comportamiento, de las palabras y hasta del pensamiento, un odio visceral que condiciona la actitud de un gobierno sectario y de una militancia facciosa en un afán desesperado para buscar a quien echarle la culpa por lo que está sucediendo en el país. Es un odio que impide cualquier tipo de dialogo conciliador, que predispone a la violencia, es un odio que llega al extremo de condicionar también las relaciones interpersonales a nivel familiar y que aniquila los valores humanos.

Pero, ¿por qué hemos llegado a esos extremos? ¡Nunca en Venezuela había pasado eso! Siempre ha habido divergencias políticas, siempre ha habido diversidad de opiniones, divergencias perfectamente democráticas mas no pasaban de allí y, sobre todo, no engendraban ese odio y no producían esa violencia que existe ahora. Yo creo que la Venezuela de hoy es víctima del odio porque desde arriba se ha sembrado odio, desde arriba se ha dividido el país, desde arriba se ha inculcado la idea de que “los que no están con ellos, están en contra” y es lógico que cuando se habla de esa forma y se usan términos ofensivos acusando la contraparte de estar haciendo trampas, de ser deshonesta o de estar firmando en falso inevitablemente se está sembrado odio, sentimiento que impide un diálogo conciliador. Y lamentablemente lo que hizo el ex-presidente Chávez y su sucesor después ha sido justamente eso.

Han tomado una postura de parte demostrando, al igual que Allende entre en el periodo 1970 – 1973, que ellos no son Presidentes de todos sino de ese grupito, por cierto cada día más reducido, que comparte su ideología… y así es sumamente difícil construir un país. Por motivos familiares he seguido muy de cerca los acontecimientos chilenos, desde 1970 hasta nuestros días y a ciencia cierta les puedo decir una cosa. Cuando el golpe de Pinochet  –  11 de septiembre 1973  –  gracias a los tres años de administración social – comunista de Allende, Chile estaba económicamente destruido, con una inflación que se acercaba a los cuatro dígitos, con una devaluación monetaria incontrolable y con una reserva de dólares casi nula. Hoy día, gracias a la laboriosidad y a la inteligencia del pueblo chileno y gracias a un modelo neo-liberalista, Chile es el país mas floreciente de América Latina y  sin embargo, las cicatrices  de aquel odio alevosamente sembrado por Allende y su gente tratando de dividir al pueblo chileno entre “revolucionario y antipatriota”, todavía no se han cerrado. ¡Qué triste!

Desde Italia – Paolo Montanari Tigri




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