La Venezuela de estos últimos tiempos puede ubicarse, históricamente, mediante una gama de complejas definiciones, calificaciones y atributos. ¿Nos faltarían o sobrarían calificaciones conceptuales? Una buena idea sería hacer una selección de tres o cinco conceptos, que describan algunas condiciones o calificativos, aplicables a la situación venezolana, en por al menos las dos últimas décadas (20 años).

Se nos ocurre que ya tenemos cinco (5) conceptos. Estos son: Adversidad, desgracia, dificultad, errores y adulación. ¿Cómo comenzar? Podemos comenzar con el primero de esos conceptos: la ‘adversidad’. Digamos que la situación (historia) venezolana, particularmente la correspondiente a la segunda década del iniciado siglo XXI, ha estado acompañada de todos los defectos y fracasos propios de las adversidades que nos han acompañado como nación. Pero, como lo señalan los expertos, y como se ha descubierto con otros pueblos acabados por guerras, hambrunas, y malos gobiernos, es durante los momentos de contratiempos extremos, cuando más podemos llegar a conocer todos nuestros recursos y limitaciones; son los tiempos cuando más abundan las necesidades, cuando más han escaseado las soluciones, y cuando ha sido, quizás, más difícil hacer un mejor uso de las limitaciones y centrarnos en las luchas para disminuir y vencer las adversidades. …

Un segundo concepto es la ‘desgracia’, una palabra recargada de malos contenidos, que pueden afectarnos como personas, y como sociedades. La palabra desgracia nos remite a pensar en malos gobiernos, confrontaciones sociales, deterioros socio económicos; serian largos juicios y lo que los especuladores denominan (no nosotros) premoniciones hechas realidad. Digamos que en la vida, ante las complicaciones y amenazas, la mayor tristeza no es que caigamos siempre en desgracias personales, sociales o políticas, sino que habiendo tenido grandes éxitos, como ciudadanos y sociedades, hayamos acabado con los logros de bienestar y desarrollo, para caer en miserias y desgracias, inmanejables y difíciles de “enterrar”. Pero, no olvidemos que cuando llegamos a conocer las cosas que nos han hecho desgraciados, ya es probable que comiencen a lograrse las condiciones psicológicas, económicas, sociales y políticas, que nos conduzcan hacia una especie de “anticipo a otra forma del desarrollo y bienestar”.

Dijo el novelista francés André Maurois que: “Si no queremos ser desgraciados, tratemos a las catástrofes como si fuesen molestias, pero de ninguna manera, a las molestias como si fuesen catástrofes”. Y aun con todas las dificultades de por medio, tengamos siempre presente la crudeza del lenguaje critico que nos recordó el escritor Alejandro Dumas, cuando con cinismo hablaba de: “¡Aquel tiempo feliz en que éramos tan desgraciados!”

Un tercer término es la ‘dificultad’, incluida, en parte, en los dos primeros conceptos que acabamos de desarrollar. Digamos en esta parte que, tanto en la vida personal, como en el desarrollo de los grupos y sociedades humanas, toda dificultad eludida, descuidada y olvidada por sus dirigentes (¡más, si es intencional!), podría convertirse, más tarde o temprano, en poderosos fantasmas que perturban nuestros planes y logros. Gran parte de las dificultades por las que atraviesa el mundo se deben a que los ignorantes y oportunistas están siempre muy seguros de que “sólo deben hacer”, aun sin saber qué, para qué, y por qué, deben hacer; mientras que los inteligentes pueden acostumbrarse a estar, solamente, llenos de dudas”. Las ‘dificultades’ con frecuencia están acompañadas por esas tres incógnitas: ¿Qué, para qué, por qué? ¡Muy claro todo esto! …

El cuarto concepto se refiere a los errores’. Los errores en su mayoría, y aunque no sean intencionales, comienzan a ocurrir cuando nos acostumbramos y nos atamos a nuestras peores debilidades y flaquezas por confiar, en principio, en las acciones de gente deficiente, mal intencionada, que despreciamos, y que no nos atrevemos a sacar del sistema, ni a apartar de los valores en que creemos.

La situación con el trato de los ‘errores’ es muy clara y exigente: El hombre que ha cometido un error y no intenta corregirlo, cometerá otros, y mayores, y tratará de buscar compinches “para no ‘pecar’ en solitario”. Por esta razón, como dijo Cicerón, escritor y político romano: “No todo error debe calificarse de necedad”. El asunto es más complejo, decimos ahora,… y la gente cauta muy poco o rara vez se equivoca…

El ultimo concepto es la ‘adulación’. Tácito, un notable Historiador romano, afirmaba que “la peor especie de enemigos es la de los aduladores”… Y hay mucho de verdad en esto, porque vemos que quienes gustan de ser adulados son considerados dignos de adular a otros aduladores. Todo quien responde fácil a la adulación es un hombre indefenso, y más indefensos serán los grupos, la sociedad, el sistema o el gobernante (a) que tengan que adular para sobrevivir en el poder, y vivir de las humillaciones… La ‘adulación’, cuando es sobreservil y busca comprar voluntades, es una de las formas más descaradas de resignarse a mantenerse controlado por los que, en verdad detentan el poder en cualquier sociedad, organización o forma de gobierno…




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