El futuro de nuestro país puede ser un continuismo agravado del presente. Es decir, un país cuya profundidad y extensión de destrucción sea de carácter existencial. No sólo política, económica y social, sino esas tres dimensiones juntas y más. Un futuro ominoso, si los hay.

No se trata de una especulación o de una profecía interesada. No. La realidad de sobrevivencia de la gran mayoría de los venezolanos así lo constata. No hacen falta estudios enjundiosos para concluir lo que se sabe de sobra. Y se padece…

¿Puede haber un futuro de cambio democrático? Sí lo puede haber, pero ello implicaría una superación radical de la dominación despótica y depredadora de la hegemonía y sus satélites. Si eso no ocurre, la posibilidad de un cambio democrático se aleja en el horizonte.

¿Estamos transitando esos caminos de superación? No lo creo. Al contrario. Muchos de los llamados a representar al pueblo que rechaza a Maduro y los suyos, más bien lucen articulados con una fachada de seudo-democracia. Motivos varios habrá…

Venezuela no está condenada a prolongar el agobio del presente que, repito, ha creado una crisis existencial. Incluso de viabilidad histórica.

De estas premisas debería partir una estrategia de lucha y cambio, para que nuestro futuro sea muy distinto del presente. Distinto para bien de Venezuela.




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