La xenofobia es una forma del comportamiento social y territorial de las personas, que ha existido con regularidad en todos los tiempos y en todas las sociedades humanas conocidas. Una de las manifestaciones mas negativas del fenómeno xenofóbico es la activación de fuertes presiones y angustias en los inmigrantes que dejan sus países de origen. Con razón, porque el término xenofobia se deriva del vocablo griego “xenos”, que significa `extranjero’, y de “phobos”, que significa fobia o `miedo’.

La xenofobia engloba actitudes, tendencias y conductas, encubiertas o evidentes, que impulsan a la gente al odio, el recelo, la hostilidad y el rechazo (activo/pasivo) hacia los extranjeros. Xenofobia puede verse, también, como el rechazo a los grupos étnicos diferentes, al juzgárseles por la fisonomía física (facial), racial, social, religiosa, cultural y política de las personas. El prejuicio puede ser también económico, al verse en el inmigrante una posible competencia por los empleos o recursos de una nación. Del rechazo xenofóbico se hablaba poco en la Venezuela que fue receptora de inmigraciones; ahora es tema de discusión, cuando son venezolanos quienes emigran hacia otros países.

La gigantesca diáspora venezolana actual ya conoce la xenofobia, palpable en el contacto con otras naciones: Aunque no es general, los inmigrantes sufren rechazos de quienes les critican y se apartan, con desdén, ante sus presencias. Como en todo vínculo humano, el rechazo sólo existe (y lo vemos) si lo buscamos. Por supuesto, las acciones xenofóbicas afectan más a quienes necesitan el auxilio económico y social; a los más pobres, desasistidos y solitarios.

Con los años de recorrer naciones, los inmigrantes aprenden que la xenofobia, como ideología, rechaza toda identidad sociocultural diferente a la propia. Saben, además, que la xenofobia puede fortalecerse al sumársele el racismo. Pero, a diferencia del racismo, la xenofobia (no extrema) acepta a extranjeros e inmigrantes, siempre que se logre la asimilación sociocultural de los inmigrantes a las sociedades y culturas receptoras.

El inmigrante sufre duros retos, ante realidades jamás pensadas, con sueños de futuro inestables. Pero, no existe el desánimo en el inmigrante que respira libertad y vergüenza. Aunque la fantasía es, a la vez, amiga y enemiga del ser humano, una mezcla de cautela y fantasías, deben orientar al emigrante para conducirle a puerto seguro; porque, como afirmó el escritor Franz Kafka (1883-1924): “La desgracia de Don Quijote no fue su fantasía, sino Sancho Panza”…




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