Migrantes siguen cruzando el Darién a Panamá
Foto: Cortesía

Es un viaje largo, complicado y en el que pueden separarse de sus padres. Aún así, el 14 % de los migrantes venezolanos que cruzan el Darién son niños, quienes emprenden el viaje con sus familias sin tener la certeza de que lo lograrán.

El problema es severo. Inés Urdaneta, representante de la Alianza de Venezolanos en Costa Rica (Vencer), detalló que hay casos en los que los padres fallecen, se pierden en el camino o son dejados atrás, y son otros grupos los que hacen cargo de esos niños.

Al llegar a Costa Rica, hay algunos que terminan en las calles pidiendo dinero, buscando la forma de ganarse la vida vendiendo chupetas, por ejemplo. Mientras que la Asociación Protectora de la Niñez les quita niños a los adultos porque no tienen pruebas que certifiquen que son sus hijos, como una manera de evitar la posibilidad de tráfico de niños.

Al final no todos salen de la selva. “Quienes transitan por el Darién no saben si van a llegar a su destino… Son entre seis y 12 días caminando por una selva intrincada y peligrosa y existe entre ellos un miedo constante a la muerte”, dijo durante su participación en la rueda de presa sobre huir de Venezuela cruzando el Darién, organizada por el Observatorio Social Humanitario.

Migración en ascenso

Los datos del representante del Centro de Derechos Humanos de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), Carlos Rodríguez, son claros. En el lapso comprendido entre 2010 y 2019, la mayoría de las personas que pasaban por esa selva para llegar a Estados Unidos eran cubanos y haitianos, además de otros provenientes de África y Asia.

El paso de venezolanos se comenzó a experimentar en 2015 con dos migrantes que lo hicieron, y desde ese año hasta 2019 se contabilizaron 189.

El mayor incremento empezó en enero de 2022 tras la exigencia del gobierno de México de visa a la población venezolana. “Hasta agosto de este año son 68 mil 575 venezolanos los que han cruzado la selva del Darién”.

Las causas de todo este drama son variadas, pero impulsadas por la crisis económica y la emergencia humanitaria compleja que se vive en Venezuela. Pero también hay un gran número de migrantes que estaban en naciones como Perú, Ecuador y Chile que, por las situaciones internas de esos países profundizadas por la pandemia y la guerra, decidieron irse a Estados Unidos.

Pero son personas que no tienen visa y la selva es su única opción. Urdaneta agregó que también influye que pocos de esos migrantes tienen acceso a renovar sus pasaportes, lo que complica aún más el panorama para ellos.

Los riesgos y consecuencias

Son más de cinco mil kilómetros los que deben recorrer quienes deciden emprender este camino entre ríos y montañas. Rodríguez detalló que los riesgos a los que se exponen van desde robos, agresiones, abusos sexuales y asesinatos. “Al menos 120 venezolanos han sufrido de abuso sexual según Médicos sin Fronteras”.

Marisela Castillo, de la organización Acción por Venezuela que apoya a migrantes en territorio estadounidense, relató que la mayoría de las personas que asisten son sobrevivientes que pasaron más de 10 o 12 días caminando la selva y recorriendo el continente para llegar al destino final.

“Recibimos a migrantes muy cansados, afectados, rotos, cualquier cosa les conmueve y lloran… mujeres brutalmente abusadas sexualmente por tres y hasta siete hombres en violaciones masivas y hay mucho estrés post traumático”.

El representante de la UCAB detalló que hay guías que contratan que facilitan condiciones para los asaltos, mientras que hay caminantes que deben dejar a sus familiares abandonados porque fallecen porque no tienen las condiciones físicas para seguir la ruta.

Hay casos en los que se ahogan al cruzar los ríos crecidos sin seguridad ni equipos, o que acampan y descansan en sus orillas, se duermen y son arrastrados por sus aguas al crecer.

Son alrededor de mil migrantes los que a diario logran salir del Darien y llegan a Panamá con laceraciones en la piel, dengue, malaria, fracturas en los pies y otras afecciones.

Aunque todos cruzan la selva con la expectativa de mejorar su calidad de vida en Estados Unidos, muchas veces no es así y, según los datos de Castillo, se suman a las estadísticas de personas en situación  de calle que tiene como problema estructural el país norteamericano, donde no hay suficientes albergues para atender tantas necesidades.




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