La situación de las aves en el mundo es muy variable. Muchos factores están involucrados, como la intervención de sus hábitats naturales, la contaminación y el calentamiento global. Para contribuir a la conservación de las especies, los científicos necesitan conocer datos que cualquier persona, sin importar en qué parte del mundo se encuentre, pueda aportar, haciendo ciencia ciudadana.
Hace más de 20 años, en ese afán de conocer el comportamiento de las aves y sus modificaciones, desde el Laboratorio de Ornitología de la Universidad Cornell, ubicado en Nueva York, se crearon dos herramientas que instauraron el uso de la tecnología en la ciencia ciudadana. A este proyecto se sumó, recientemente, el diario The New York Times, para animar a los lectores a familiarizarse con los pájaros de su comunidad y a llevar a cabo desafíos. Por ejemplo: dibujar un ave, responder un test de sonido, hallar un grupo de observación de aves, entre otros. El Carabobeño fue invitado a participar en el proyecto en nuestra región.
El objetivo es claro: Identificar y reportar las aves observadas desde cualquier lugar, sin necesidad de ser un especialista en la materia, y ayudar a la conservación de las especies.
Valencia en un lugar privilegiado
Al noreste de la ciudad de Valencia, la capital de Carabobo, se encuentran los Parques Fernando Peñalver y Negra Hipólita. Son dos kilómetros de bosque en medio de la ciudad, justo a los márgenes del río Cabriales, entre avenidas y la Autopista Regional del Centro. Un estudio que realizó durante siete años el biólogo y ornitólogo Luis Cornejo determinó que había más de 90 especies de aves en un inventario que, de haberse continuado, tendría un número mayor.
Se trata de uno de los espacios de la ciudad más importantes para la observación de aves. “Pero ahí confluyen dos quebradas que vienen desde el Parque Municipal Casupo. Son las quebradas Camoruco y El Añil, que tienen sus propios corredores y líneas de vegetación que facilitan el movimiento, y se suman otras dos quebradas que vienen del cerro El Trigal”, detalló Cornejo.
Es un núcleo donde las aves se mueven, descansan y se reproducen. Todo en un espacio tan pequeño dentro de la ciudad con una diversidad tan grande que ha aprendido a coexistir con las personas. Pueden verse muy cerca, lo que no es habitual en un parque tan grande, porque se diluyen en el paisaje.
“Ahí están concentradas y tienen una oferta de alimentos interesante, vinculada al río, que garantiza esa dinámica a lo largo de todo el año”.
Lee la serie de cuatro entregas aquí: Más de 20 especies de aves identificadas en actividad de ciencia ciudadana de El Carabobeño