No Podemos negar que Valencia y toda el área metropolitana de la ciudad ha mejorado en cuanto a espacios públicos, ornato en calles y avenidas, asfaltado en algunas zonas, etc. Sin embargo, lidiar con asuntos de la cotidianidad provoca dolores de cabeza, debido a la desidia de algunos sectores, que necesariamente no tienen por qué estar involucrados con instancias de gobierno.

Dentro de estos asuntos domésticos está el cambio de bolívares a dólares que debemos hacer para surtir gasolina. Desde que comenzó la dolarización informal en la que vivimos, la mayoría de quienes están al frente de las estaciones de servicio, no han hecho el más mínimo esfuerzo por ofrecer puntos de venta, de modo que, podamos pagar el costoso servicio en moneda local. En la ciudad y municipios adyacentes, son muy pocas las bombas que disponen de este mecanismo. Las que lo tienen, buena parte del tiempo están dañados o no soportan un palo de agua, como ocurre en la estación Paramacay. Caen dos gotas y los usuarios vivimos un verdadero calvario para pagar el combustible.

El asunto nos obliga a denunciar el patético servicio de internet que ofrece CANTV, de los más inútiles del mundo. También el mal funcionamiento de los puntos de venta en establecimientos privados, como ocurre en la casilla para pagar el estacionamiento del Centro Comercial Siglo XXI. En la entrada informan que aceptan tarjetas de débito, pero parte del tiempo, el servicio no está disponible, obligando a pagar en divisa o pago móvil. A las personas que no dispongan de estas formas de pago, las ponen a rodar por todo el establecimiento a cambiar “verdes”, como me ocurrió hace una semana en la que prácticamente estuve 20 minutos sin poder abandonar el sitio, hasta que llamé a un familiar para que hiciera el fulano pago móvil. “Este punto siempre falla”, era la respuesta de la jovencita que atiende la casilla, ante los reclamos de quienes nos vimos afectados.

Otro dolor de cabeza es provocado por los cuidadores ambulantes de autos. En algunas ocasiones, por no disponer de bolívares en el bolsillo, en las tarjetas o sencillamente por factor tiempo, el ciudadano estaciona en la calle. Muchos de estos personajes, también conocidos como los “dale, dale”, pretenden que les paguen lo que cobran los estacionamientos privados y, si no lo hacemos, debemos prepararnos para mentadas de madre, maldiciones y los peores deseos. Así que mucha cautela. No todos son tan insensatos y aceptan cualquier disculpa. En algunos casos, cuando me toca estacionar en la calle, llevo galletas o frutas en el carro y se las entrego a los parqueros informales. Algunos agradecen el gesto.

Por cierto, que la Alcaldía de Naguanagua debería de “echar un ojo” a la acera peatonal que bordea el Centro Comercial Free Market. La cantidad de motos estacionadas en ese lugar impide que se camine con tranquilidad. La hilera de estos vehículos en la acera forma parte del paisaje diario de quienes viven en la zona. En todo caso, la acera no es para estacionar motos.

A estas situaciones sumamos la falta de ciudadanía que observamos en algunos semáforos, los meses que pasan algunos condominios sin gas doméstico, los racionamientos constantes de agua y pare de contar. El penoso contexto nos obliga a despejar la mente con ejercicio, meditación, aferrarse a Dios y bastante tilo, valeriana y manzanilla.




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