El Carabobeño cumple 89 años… y sigue contando

El tiempo no se detiene. El Carabobeño está cumpliendo 89 años y a pesar de las vicisitudes por las que ha pasado, la colectividad puede seguir contando con este medio de comunicación para mantenerse informada y para hacer posible que sus reclamos ante las autoridades sean escuchados.

Son 89 años de historia que inició su fundador Eladio Alemán Sucre, el 1 de septiembre de 1933, en plena dictadura de Juan Vicente Gómez, que continuó su hijo Eduardo Alemán Pérez y ahora su nieto Daniel Alemán Van Der Meer.

No ha sido fácil recorrer este camino, muchos tropiezos se han encontrado, sobre todo durante los gobiernos dictatoriales. En 1952 el régimen de turno ordenó una sanción en contra del periódico, cuando el jefe de información, Rafael Zapata, hizo críticas al mensaje de la memoria y cuenta del presidente del estado, como era conocido entonces al gobernador del estado, Salvador Llobet.

El fundador Eladio Alemán Sucre supo sortear esas dificultades y el diario salió airoso. Con el pasar de los años, su visión se consolidó, convirtiendo al Diario del Centro en una referencia obligada para entender la idiosincrasia de los carabobeños.

La llegada del siglo XXI apuntaba a ser de mucho futuro para el diario. En su segundo decenio, y por efectos de la aplicación de políticas gubernamentales en Venezuela, un periódico estándar con cuatro cuerpos, tuvo que cambiar su formato.

La empresa no podía comprar el papel periódico que vendía el gobierno a través del Complejo Editorial Alfredo Maneiro (CEAM) porque siempre había una excusa para negarlo. Inicialmente se eliminaron las ediciones especiales, luego los suplementos, hasta que finalmente El Carabobeño pasó a ser un periódico tabloide.

No duró mucho circulando en ese formato, pues al terminarse el papel, simplemente no se pudo comprar más, desde el CEAM lo negaban. El 17 de marzo de 2016 salió el último ejemplar de la rotativa a la calle, con un gran titular que decía Zarpazo a la Libertad de Expresión.

Ya han pasado seis años y quienes creyeron que el diario desaparecería como medio de comunicación, se equivocaron. Ahora está más presente que nunca, a través de su portal informativo y las distintas redes sociales.

Los seguidores de El Carabobeño no solo pueden leer las informaciones, sino que además pueden interactuar. Además las reseñas van acompañadas no solo de imágenes estáticas, sino también de audios y videos.

Avanzamos

Pese a las dificultades que se deben sortear en la Venezuela de hoy, en medio de tantas amenazas y ataque en contra de la libertad de expresión, El Carabobeño sigue avanzando.

Por eso se adecúa a los nuevos tiempos y nuevas tecnologías, para seguir brindando a sus lectores una información más dinámica y actual, pero con la misma veracidad y credibilidad que ha caracterizado al medio en estos 89 años.

Carolina González, jefe de Redacción, informó que se tiene planificado incrementar la cobertura de las noticias con videos y audios. Además se realizarán podcast y se dinamizarán las actualizaciones, para estar comprometidos con la colectividad por muchos años más.

La edición aniversaria de este 1 de septiembre estará dedicada a esos venezolanos que resuelven sus propias crisis. «Será un compendio de testimonios de personas que, aún a pesar de las dramáticas situaciones que han vivido o siguen viviendo, ven la vida con optimismo. Se han esforzado de tal manera que hoy están recogiendo los frutos, lo triste es que lamentablemente la cosecha se levanta fuera del país».

Los testimonios de madres que, a fuerza de empeño, han salvado la vida de sus hijos estarán presentes. También los de aquellas que, aún con una sonrisa en los labios, recuerdan a sus hijos ausentes, inmersos en una diáspora que nos ha puesto como el país con mayor número de refugiados en el mundo, equiparados con Ucrania, pero por encima de Siria. Quienes batallan desde otros países también tienen cabida en esta edición aniversaria que El Carabobeño regala a sus lectores este 1 de septiembre.

Pero los que se quedaron también tienen su espacio. Ellos son símbolo de resiliencia, son esas personas que decidieron no sentarse a llorar ni dejarse vencer por la crisis humanitaria compleja que ha colocado a Venezuela en una situación de hambre y de falta de oportunidades de una magnitud inimaginable hasta hace algunos años.  Aprendieron, se reinventaron y, como El Carabobeño, avanzaron, detalló González.

Vivencias

Sede de El Carabobeño en la urbanización La Granja, en Naguanagua. Foto Carolina González

Como es de imaginarse, en estos 89 años son muchas las personas que han trabajado en El Carabobeño, algunas en sus dos últimas sedes de la avenida Soublette y la urbanización La Granja, y otras hasta en la primera que funcionó en la avenida Urdaneta. Todos tienen distintas vivencias del diario, y su paso por él lo recuerdan con cariño.

50 años

Milagros Ortiz ingresó a El Carabobeño hace casi 50 años. El 28 de diciembre de 1972, Día de los Inocentes, fue llamada para formar parte de la nómina. Salió jubilada pero se mantiene activa, al frente del Centro de Documentación de Información, por lo que cuando la necesitan de inmediato acude.

Ortiz comenzó a trabajar en el área de recursos humanos, luego estuvo al frente del archivo, y allí obtuvo la formación necesaria para poner en funcionamiento el Centro de Documentación e Información. Por eso maneja con destreza todo lo relacionado con la historia del diario y de la ciudad en general. Trabajó en las tres sedes del diario.

Ella está satisfecha por su labor, pues desde el Centro de Documentación e Información, realiza un trabajo social, de ayuda a las comunidades. “Me siento agradecida con Dios, porque desde allí me dio la oportunidad de ayudar a estudiantes, investigadores y cualquier persona que requiera una información que le parece importante”.

Al haber comenzado a trabajar a los 18 años, siente a El Carabobeño como su segunda casa, donde además dice que es tratada como en familia.

Milagros Ortiz se mantiene activa en el Centro de Documentación e Información. (Foto cortesia).

20 años

El periodista Víctor Osta trabajó en el Diario del Centro durante 20 años. Recuerda que su primera nota deportiva la entregó a Raúl Albert, a quien siempre consideró su maestro, en febrero de 1959.

Tres meses después ingresó a El Carabobeño como redactor deportivo, ganando 20 bolívares semanales. Como colaborador, le publicaban una columna semanal llamada Deportivas Estudiantiles, cuyos datos los recogía en el liceo Pedro Gual, donde estudiaba.

Luego de un buen tiempo como redactor deportivo salió de El Carabobeño y trabajó en otros medios de comunicación social y en instituciones públicas.

A su retornó, fue asignado al área de diagramación, junto con Jesús Moreno y Rómulo Serrada. Posteriormente el jefe de redacción para la época, Salvador Castillo, lo sumó a la plantilla de periodistas, como secretario de Redacción, hasta su salida. Víctor Osta es uno de los pocos periodistas vivos que trabajó en las tres sedes del diario.

Osta considera a El Carabobeño como una escuela de periodismo, donde se formó, y donde posteriormente se dedicó a hacer lo mismo con los periodistas nuevos que llegaban.

Considera que El Carabobeño ha sido siempre referencia en el periodismo nacional y uno de los medios con mayor credibilidad en la historia del periodismo venezolano. “Para mí El Carabobeño ha sido y será siempre mi segunda casa. Lo digo de corazón”.

Víctor Osta, trabajó durante 20 años en El Carabobeño. (Foto archivo).

Tenacidad

El día que Armando Díaz fue a solicitar cupo para hacer sus pasantías en El Carabobeño llovió mucho. En el departamento de Recursos Humanos le había fijado una hora y no quería llegar tarde. Caminó lo más rápido que pudo bajo la lluvia y cuando estaba casi por llegar, saltó un charco que se había formado, pero resbaló y cayó sentado en él.

Eso no fue impedimento para que llegara a la cita, mojado como estaba. Le dieron la oportunidad para hacer sus pasantías de tres meses, y luego lo contrataron. Según le dijeron, por el ímpetu y responsabilidad que demostró el día de la cita en Recursos Humanos.

Desde que estudiaba comunicación social en la Universidad Arturo Michelena su sueño era trabajar en este diario, porque lo observaba no solo como una empresa con valores definidos que se dedica a crear información, sino que es una especie de corporación donde confluyen espacios culturales, comerciales y deportivos, lo cual representa un aporte a la sociedad.

Armando llegó al Diario del Centro en el año 2017, cuando ya no circulaba la edición impresa. Comenta que a pesar de que ya no estaba la estructura anterior, los periodistas viejos que quedaban se dedicaban a comentar sobre el esplendor de El Carabobeño en el último siglo, lo cual consideraba muy agradable. “Era una mezcla de periodistas de 21 y 22 años, junto a otros con mucha experiencia como Alfredo Fermín, y uno se pudo empapar de ese bagaje”.

Siempre la pareció positivo que a los nuevos periodistas se les exigiera de la misma forma como se hacía con los que tenían más experiencia, porque es una manera de lograr la excelencia en la información que va a difundir.

Trabajó la fuente de sucesos por varios meses, y aunque al principio le costó llegarle a los familiares de los fallecidos en la morgue, después se las arregló.

Por ser 2017, también le correspondió cubrir las manifestaciones que se realizaban en contra del gobierno, con lo que considera que hizo como una especie de maestría en periodismo, porque a los 21 años le correspondió reseñar situaciones que, incluso, pusieron en riesgo su seguridad personal.

“Poder decir, oye yo estuve en un medio de tradición, contando la realidad como ocurrió, es algo muy satisfactorio. Además trabajar en El Carabobeño fue mi pase para avanzar a un siguiente nivel”.

Díaz dice que cuando alguien le pregunta ¿Dónde estudió?, comenta que fue en la UAM, a lo que añade que realmente su universidad, donde aprendió periodismo, fue El Carabobeño, porque estuvo rodeado de gente que realmente sabía lo que se debía hacer.

Armando Díaz uno de los periodistas más jóvenes que pasó por el diario. (Foto cortesía).

“Para mí El Carabobeño es un símbolo de perseverancia, de seguimos aquí. Y este nuevo aniversario es una razón más para celebrar el periodismo, aun cuando esté rodeado de miles de balas que le disparan todos los días, pero El Carabobeño actúa como un chaleco antibalas, te las quitas y sigues. A pesar de que ya no estoy trabajando en la redacción, sigo sintiendo este medio como mío”.

Díaz celebró además que el portal de El Carabobeño se haya adaptado a las nuevas tecnologías, como no lo han hecho otros medios de comunicación en la región.

 

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