El 20 de enero de 1830, el Libertador reunió en Bogotá el Congreso denominado “Admirable”, donde resultaron electos, el general en jefe Antonio José de Sucre y monseñor José María Estévez, Obispo de Santa Marta, Presidente y Vicepresidente
respectivamente.

En ese Congreso Bolívar dijo: «el único bien que hemos adquirido es la independencia, pero a costa de los demás».

Sucre y monseñor Estévez, fueron enviados a Venezuela para entrevistarse con Páez, a fin de evitar la ruptura de la República de Colombia, nacida en Angostura el 17 de diciembre de 1819, mal conocida como Gran Colombia o Colombia La Grande.

El general Santiago Mariño, representante de Páez, los atendió con instrucciones de no permitirles avanzar más allá de La Grita.

Al regresar a Bogotá para rendir cuenta de su fallida comisión, les informaron que, Bolívar se había trasladado hacia Cartagena el 8 de mayo, con la finalidad de viajar a Curazao, continuar a Jamaica y Londres para tratar su maltrecha salud.

Sucre deseaba estar en Quito el 13 de junio, día de San Antonio de Padua, su Santo Patrono.

Escogió la ruta terrestre: Bogotá, Neiva, Popayán, Pasto; en beneficio del tiempo descartó la ruta: puerto Buenaventura-puerto Guayaquil.

En el diario bogotano “El Demócrata”,  apareció el 1ro de junio el artículo «Sedición Criminal», con la siguiente información: “ojalá se haga con Sucre lo que no se pudo hacer con Bolívar”; se refería al fracaso que hubo en el atentado contra el Libertador en Bogotá el 25 de septiembre de 1828.

En la caravana iban: el doctor José Andrés García Trellez, diputado por Cuenca, los sargentos Lorenzo Caicedo y Francisco Colmenares, el asistente del diputado y dos arrieros.

En Popayán pernoctaron el 29 de mayo en la residencia de monseñor Rafael Mosquera, quien los alertó de un posible atentado.

El 2 de junio, durmieron en la población de Salto de Mayo, en la casa del comandante José Erazo, amigo del general José María Obando, (natural de Pasto, autor intelectual del magnicidio).

Al día siguiente pernoctaron en la población de Venta Quemada, allí se encontraron con Erazo y el comandante Juan Gregorio Sarría, quien entregaria las armas a los tres asesinos.

En el crimen estuvo involucrado el coronel trujillano Apolinar Morillo quien pagó cuarenta pesos a los sicarios.

El 4 de junio, la caravana se internó en la selva de Berruecos, al Sur de Pasto (Colombia).
En el sitio La Jacoba, conocido como Cabuyal, Sucre recibió un balazo en la cabeza, otro en el cuello y el tercero en el pecho; exclamó:
¡Ay balazo!.

El resto de la caravana huyó despavorida hacia la población de La Pascana de la Venta.

Nuestro paisano permaneció 24 horas en el lugar, hasta que el fiel Caicedo, su ayudante, lo enterró en el sitio La Capilla, colocando una improvisada cruz elaborada con ramas.

Seis días después llegó a Quito a la casa de Doña Mariana Carcelén, llevando las botas y el sombrero, informando la infausta noticia.

La viuda dispuso la traída del cadáver hasta su hacienda El Deán, en el valle de Chillos; expresaría:

“Corazón más puro que el de Sucre, no ha palpitado en pecho alguno”.

Bolívar se enteró la noche del 1ro de julio en Cartagena, exclamó: «¡Santo Dios, se ha derramado la sangre del Abel de América!…Como soldado, fuiste la victoria, como magistrado la justicia, como ciudadano el patriotismo, como amigo la lealtad. Para gloria lo tienes todo ya; lo que te falta, sólo a Dios le corresponde darlo».

Mariana trasladó el cadáver en 1841, hasta la iglesia El Carmen, en El Bajo Quito, hizo saber que estaba enterrado en la iglesia de San Francisco.

Después de setenta años sin ser ubicado por las autoridades, ni por su sobrino el presbítero Antonio José Sucre, Rosario Rivadeneira de la servidumbre de Mariana, ya fallecida, informó la ubicación exacta de los restos.

El Gral. Eloy Alfaro Presidente del Ecuador, decretó el entierro en la Catedral de Quito el 4 de junio de 1900.

El orador fue monseñor Federico González, Obispo de Ibarra, quien dijo: “Si Sucre hubiera hablado después de muerto, seguro que sus palabras serían para perdonar a sus asesinos”.

Eumenes Fuguet Borregales.

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