El general caraqueño Mariano Montilla, designado en 1828, Jefe Superior de los Departamentos del Istmo de Panamá, Magdalena y Zulia, testigo presencial en Santa Marta el 17 de diciembre de 1830, de la muerte del Libertador, le informó al general Rafael Urdaneta, Presidente Provisional de la Gran Colombia desde el 5 de septiembre de ese año (la verdadera denominación es República de Colombia, proclamada el 17 de diciembre de 1819 en Angostura).

“El excelentísimo señor Simón Bolívar ha pagado hoy a la naturaleza el precioso tributo de su importante vida”.

General Mariano Montilla.

Urdaneta al conocer la infausta noticia, emitió en Bogotá el 9 de enero de 1831, una conmovedora Proclama, llamando a la tolerancia y a la unión fraternal para salvar la patria de la anarquía:

”¡Colombianos¡
Agobiado por el peso del dolor, me esfuerzo no obstante, por cumplir con el mas triste de mis deberes como magistrado, como ciudadano y como amigo».

“Os anuncio que ha cesado de existir, el más ilustre entre todos los hijos de Colombia, el Libertador, el fundador de tres repúblicas, el inmortal Simón Bolívar.

Después de haber agotado hasta las últimas heces del cáliz de amargura que le ofreció la suspicacia de algunos conciudadanos suyos, ha pasado a la región de las almas, dejando un vacío inmenso en Colombia, en América, en el orbe civilizado”.

“¡Colombianos¡ Las pasiones contemporáneas, aún las mas encarnizadas, deben darse ya por satisfechas.

Bolívar no pertenece de hoy más, sino al dominio de la historia; y mientras ella le asigna en sus páginas el prominente lugar a que le han hecho acreedor sus relevantes servicios a la causa de la humanidad, nosotros los que tenemos la desgracia de sobrevivirle, debemos reunirnos en torno a su tumba helada, a llorar la pérdida que hemos hecho, a meditar sobre la situación de Colombia y prestarle los auxilios de que tanto necesita la patria para revivir.”

¡Colombianos¡ Deseoso de que no se malogren los esfuerzos inauditos de aquél varón esclarecido por la independencia y la libertad de nuestra tierra, me ocupo actualmente de dictar aquellas medidas que demandan el reposo y bienestar de los que viven sometidos al Gobierno Nacional, y de negociar con los que no lo están, los medios de llegar a un avenimiento amistoso, que tenga por resultados, reorganizar a Colombia y presentarla de nuevo a los ojos de las naciones en su pasada majestad y esplendor.

En nombre de la independencia y de la libertad, convido a todos los que abriguen en su pecho sentimientos nobles y generosos, a que coadyuven a la bella empresa de restaurar Colombia.

Venid, pues, colombianos al templo de la concordia, venid conmigo a darnos un abrazo fraternal.

Sólo así evitaremos que el país sea patrimonio de la anarquía mas espantosa y devoradora que jamás vieron los siglos

Bogotá Enero 9 de 1831
Gral. Rafael Urdaneta

Al siguiente día, el “siempre leal”, convocó una junta de notables, con la finalidad de explicarles en su condición de Presidente Provisional, la conveniencia de dejar el alto cargo, asumido con la condición de que, el Libertador lo pudiera recibir; fallecido éste, quedaba sin efecto el nombramiento del prócer marabino.

Los asistentes en forma unánime recomendaron que no renunciara.

Ante la presión ejercida por los enemigos de Bolívar y para evitar una guerra civil, Urdaneta renunció ante el Consejo de Estado reunido en Apulo, cerca de Bogotá el 30 de abril de 1831, allí dijo:

“Mi continuación al frente del Gobierno no es ya necesaria; he resuelto en consecuencia separarme de los negocios públicos y no debiendo ni queriendo mandar más, he cesado en este instante en el ejercicio de las funciones del Poder Ejecutivo.

Ruego por tanto al Consejo, que se ocupe sin pérdida de tiempo, nombrar a la persona que haya de encargarse de la suprema autoridad.

Al terminar mi vida política estoy satisfecho, porque mi conciencia me dice que he cumplido con cuantos deberes me impuso la patria en la delicada situación en que me he visto colocado”.

El 2 de mayo le fue aceptada su renuncia, encargándose el general Domingo Caicedo.

Con el apoyo de Don Joaquín de Mier y Benítez, dueño de San Pedro Alejandrino, pudo salir desterrado el 7 de junio desde Santa Marta hacia Curazao.

En Venezuela y en la Nueva Granada, no lo aceptaban por su definido afecto y lealtad hacia el Libertador.

En esa isla pasó año y medio en penuria; la mala suerte lo acompañó en algunas actividades realizadas, hasta que pudo instalarse a finales de 1832, en el Hato Turupía, facilitadas por el general Rafael Hermoso, cerca de Pueblo Cumarebo, hoy estado Falcón.

Eumenes Fuguet Borregales eumenes7@gmail.com




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