Isabel II fue una de las figuras más controversiales de los últimos tiempos. Demostró firmeza y temple en momentos álgidos para el reino, vivió dentro de una Europa postguerra que debió levantarse de las cenizas y logró sostener a una cuestionada y caducada monarquía británica que, para muchos, ya no tiene sentido. Además, como heredera de uno de los imperios más poderosos del mundo, hizo lo posible para que sus antiguas colonias siguieran jurando lealtad, a pesar de la visibilización de las protestas por convertirse en repúblicas.

Y es que en pleno 2022, países de la llamada Mancomunidad de Naciones siguen considerando al monarca como su jefe de Estado. En ellos existe un gobernador general, que es el representante del rey. Su poder, aunque más ceremonial que real, sigue mostrando sedimentos del colonialismo que caracterizó al Reino Unido durante los últimos siglos, en los que el comercio de esclavos desde África y Oceanía alcanzó niveles extraordinarios.

Pero toda esta simbología protocolar monárquica ya cansa en un mundo que se transforma, cuyos ciudadanos emprenden luchas por derechos vinculados a sus creencias, sus cuerpos, sus territorios. En este sentido, seguir jurando fidelidad a la reina de otro país parece una escena de la serie Juego de Tronos, por lo que algunas figuras han comenzado a mostrar su desacuerdo. En Australia, por ejemplo, Lidia Thorpe, la primera senadora aborigen del país, en un discurso de juramento dijo: “Yo juro solemne y sinceramente que seré fiel y mantendré verdadera lealtad a Su Majestad, la colonizadora reina Isabel II». El adjetivo “colonizadora” causó malestar dentro de los más conservadores y se pidió repetir la acción. Thorpe ha sido una crítica de la monarquía y lucha por desprenderse de estos vínculos que no les permiten ser verdaderamente soberanos como territorio.

En lo que va de año, Isabel también enfrentó protestas en el Caribe, donde aun se siente la presencia del reino. El príncipe William y su esposa Kate cancelaron una visita a Belice por las crecientes manifestaciones contra la monarquía. Igualmente, el primer ministro de Jamaica dejó bien claro en un acto oficial acompañado de la pareja real, que los habitantes de la isla desean que Isabel II ya no sea la jefa de Estado de su país y que seguirían con su proyecto para convertirse en una república independiente. Otros países caribeños (Antigua y Barbuda, Bahamas, Belice, Granada, Jamaica y San Cristóbal y Nieves) se enrumban a acciones similares, pues exigen la autodeterminación que tanto profesan las democracias modernas.

El panorama muestra que el sucesor de Isabel enfrentará situaciones difíciles ante la exigencia de estos países por alcanzar una absoluta independencia. El colonialismo actual asquea y recuerda crueldad, saqueo, ultraje, esclavitud, muerte. Esperemos que estos territorios prosigan el camino de Barbados. La isla decidió que el monarca británico ya no sería su jefe de Estado y se convirtió en la república más joven del mundo desde noviembre del año pasado.




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