El presidente de China, Xi Jinping. (Cortesía)

Las «nuevas rutas de la Seda» impulsadas por China están aún lejos de las ambiciones exhibidas por el presidente Xi Jinping, como lo demuestran un retrasado proyecto de ferrocarril en Indonesia, las peligrosas obras en Pakistán, o las reticencias que generan entre las poblaciones locales.

Este gigantesco programa de infraestructuras cuyo objetivo es consolidar las relaciones de China en tres continentes –Asia, Europa, África– fue iniciado por Xi en 2013 para incrementar la influencia china en el planeta, y fue luego confirmado en el reciente Congreso del Partido comunista chino (PCC).

Conocido en China como «el cinturón y la ruta» –un cinturón terrestre que une el Imperio del medio con Europa occidental a través de Asia central y Rusia; y una ruta marítima que permite llegar a África y Europa por el Mar de China y el océano Índico–, este proyecto prevé la construcción de carreteras, puertos, vías férreas y parques industriales en 65 países, por un valor de más de un billón de dólares.

Pero las dificultades para llevar a cabo esos proyectos en caóticas democracias, en países con regímenes autoritarios o enfrentados a rebeliones, contrastan con la retórica de los dirigentes chinos.

En Indonesia, por ejemplo, China obtuvo en 2015 el contrato para construir la primera vía férrea de alta velocidad del país. Pero más de dos años después, los trabajos apenas empiezan, debido a rivalidades políticas internas.

El presidente indonesio, Joko Widodo, había lanzado el proyecto en enero de 2016 en Walini, al oeste de la isla de Java, pero no hay rastro de vía férrea aún, pese a la presencia de excavadoras removiendo tierra, según constataron periodistas de la AFP en una reciente visita.

«Las obras sólo empezaron en los últimos meses» relata Neng Sri, un vendedor ambulante de Mandala Mukti, una localidad próxima.

El ministerio indonesio de Transportes rehusó hacer cualquier comentario, y el consorcio de empresa chinas e indonesias encargadas del proyecto no contestó las consultas de la AFP.

Disputas, controversias

También se enfrenta a dificultades similares otro gran proyecto de línea férrea de alta velocidad entre China y Singapur, vía Laos, Tailandia y Malasia.

El tramo en Tailandia se ha retrasado por disputas sobre la financiación, las condiciones del préstamo y una legislación laboral poco flexible. Solamente en julio la Junta aprobó una partida de 5.200 millones de dólares para iniciar las obras.

En Laos, la construcción de 415 kilómetros ya comenzó. Pero incluso en este país –ferviente aliado de Pekín– el proyecto genera controversia por su elevado coste, unos 5.800 millones de dólares, equivalentes a la mitad del PIB del país, y  provoca críticas sobre la utilidad de esa línea para un país tan pobre.

China ha elegido también invertir en un país de alto riesgo, como Pakistán. Pékin y Islamabad suscribieron en 2013 acuerdos por 46.000 millones de dólares para construir infraestructuras de transporte y energía, en un «corredor» que garantizaba una nueva apertura marítima para China.

Pero en la provincia de Baluchistán (sudoeste), los rebeldes hicieron explotar los conductos de gas, y atacaron trenes y a los ingenieros chinos.

Además, los beneficios de tales proyectos para los ciudadanos no parecen evidentes.

«El tren de alta velocidad no es para nosotros» opina Sri, una mujer de un pueblo ubicado al lado de la línea ferroviaria prevista en Indonesia.

«Eso es solamente para la gente muy ocupada, que piensa que el tiempo es dinero». explica la mujer.




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