Giuliana Padrón denunciará el ajusticiamiento de su esposo por parte de funcionarios de las FAES. Foto cortesía

Familiares de las víctimas supuestamente ajusticiadas en los últimos días por funcionarios de las Fuerzas de Acciones Especiales de la Policía Nacional Bolivariana (FAES-PNB) en distintos sectores de Caracas, continúan revelando desmanes y atrocidades cometidos contra un número no determinado de hombres, algunos tiroteados delante de sus parientes, inclusive niños.

Ninguna autoridad ha oficializado la cifra de muertos de domingo a lunes en El Junquito, Las Mayas, El Valle, parte alta de Catia, Mariches, Carapita (Antímano), La Dolorita (Petare) y otros, pero extraoficialmente se supo que desde el fin de semana habría un acumulado de 22 fallecidos.

Solamente el martes realizaron en la morgue de Bello Monte 18 autopsias de personas que supuestamente murieron al enfrentarse con policías.

Muchos de los fallecidos habían estado detenidos en alguna oportunidad, ó se encontraban bajo presentación periódica en tribunales. Sus familiares alegan que ya habían cumplido su pena y tenían derecho a trabajar y regenerarse. Aunque los cuerpos presentaban de 3 a 4 tiros, todas las actas de defunción que recibieron en la morgue tenían la misma especificación: “Shock hipovolémico, hemorragia interna, herida por arma de fuego, proyectil único al tórax”.

¡Vieja, vieja!

A las 4 de la madrugada del lunes Teófilo Antonio Boza Bozo (36) estaba durmiendo con su mujer y sus dos hijos, de 9 y 10 años,  cuando ingresaron las FAES. Rodearon la casa de dos pisos ubicada en la Vuelta del Caracol, sector El Plan del barrio Niño Jesús, kilómetro 3 de la vía hacia El Junquito y violentaron la puerta con una pata e cabra. En la vivienda estaban también otras cinco mujeres, la madre, hermanas y cuñadas de Boza, así como siete menores mas, entre ellos Manuel, un niño de 13 años, con discapacidad motora, y otras limitaciones intelectuales.

A todos los encerraron en el primer piso y se quedaron con Teófilo en el segundo nivel. Le ordenaron que se vistiera y se pusiera los zapatos. Presintiendo lo peor, Teófilo gritó a todo pulmón “vieja, vieja” para alertar a su madre, y ella a lo lejos clamaba por la vida de su hijo, pidió que no lo mataran, que lo llevaran a la cárcel si era necesario.

Por las rendijas de las ventanas observaban la cantidad de funcionarios que llegaron en dos carros Chevrolet aveo, uno negro y otro gris, tres patrullas con emblema de Faes y varias motos.

Se escuchaban disparos. A las 7:00 de la mañana bajaron el cuerpo envuelto en una sábana, rumbo al hospital de Los Magallanes de Catia.

Desde el primer piso todos gritaban que les abrieran la puerta para salir. A Manuel le dio una convulsión, no se explicaban porqué los policías no terminaban de irse. A la 1:00 de la tarde les permitieron salir del encierro y vieron el desastre.

Giuliana Padrón acudirá a todas las instancias posibles para que haya justicia por el asesinato de su marido. «Lo que me duele es que mis hijos no verán más a su padre».

Los policías se llevaron 130 dólares de la madre de Teófilo y otra cantidad no determinada de una hermana que estaba reuniendo para irse a Colombia. Sustrajeron artículos de higiene, se comieron el queso y la mortadela, se llevaron el café y unas ropas, evacuaron, dejaron la poceta sucia y el paño con el cual se limpiaron.

Giuliana dijo que su marido estuvo preso durante 5 años y 7 meses por robo a una unidad de transporte, pero salió en libertad hace 8 meses. En la actualidad trabajaba en un puesto de comida en el mercado de buhoneros de Los Teques, conocido como “Tocorón”.

Según el protocolo de autopsia, Teófilo murió de un tiro en el pecho, pero el cuerpo presentó cuatro tiros en pectoral izquierdo.

A los familiares los citaron para que acudieran al comando de la PNB en Maripérez y a la madre de Teófilo le devolvieron 50 dólares “para que recuperara algo de lo perdido”.

En Las Mayas

Richard Gerardo Avilán Campos (26) y Alí Antonio Carrillo Linares (26), murieron en una vivienda de la tercera calle de Las Mayas, Coche, parte baja del sector La Pila, el lunes a las 7:00 de la mañana.

Carrillo vivía allí con su esposa y sus hijos. Richard y otros dos abatidos cuyas identidades no fueron suministradas, estaban de visita. Otros escaparon saltando por las ventanas al percatarse de la llegada de la policía.

A Carrillo lo sentaron en la sala, le preguntaban por unas personas, le dispararon en las piernas y le dijeron “corre o te mato”. El hombre se arrastró, salió a la calle y allí lo remataron con un tiro en el pecho.

Entre los objetos que los policías se guardaron en los bolsillos, estaba el celular de alta gama de la mujer de Carrillo. Su hija, de 9 años, le pidió el equipo al funcionario, porque era de su madre, y el policía le dio “un gallito” (término para definir un celular insignificante).

Carrillo era obrero y nunca estuvo preso, dijo su cuñado Walter Balza.

Richard tenía un año de haber salido de prisión y estaba bajo presentación mensualmente.

Los familiares van a hacer las denuncias, pero no creen que haya justicia.




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