Todo comenzó en 2008, cuando Pablo González, reconocido restaurador venezolano, convocó a su colega Nancy Jiménez para analizar el estado de la imagen de la reliquia de la Virgen de Coromoto. Su deterioro era evidente, y su recuperación fue una transformación que marcó para siempre las vidas de los involucrados en las labores.
Jiménez recordó que, al recibir la primera fotografía de la reliquia, quedó impactada por su estado. “No veía nada, parecía un lobo o un perro”, relató durante la conferencia que dio en el Colegio Camoruco este martes 12 de septiembre, con motivo de la segunda peregrinación que realiza la reliquia a Carabobo.
Aunque sabía que se trataría de una restauración compleja, aceptó el reto y en diciembre de 2008, junto a González, presentó un informe a la Conferencia Episcopal Venezolana en el que se detalló el riesgo de perder la imagen si no se realizaba una intervención inmediata.
Inicialmente, la propuesta fue rechazada, pero luego de un debate interno, el cardenal Porras abogó por dar un voto de confianza al equipo de restauración.
“Uno de los obispos dijo en voz alta hasta aquí llegó la Coromoto, despídanse de ella. No confiaban en nosotros”.
El comienzo: Un diagnóstico desalentador para la Virgen de Coromoto
La reliquia, cuya imagen original data de 1652, fue objeto de un meticuloso proceso de recuperación en 2009. En palabras de Jiménez, esta experiencia no solo representó un desafío profesional, sino una transformación espiritual que nunca imaginó vivir.
“Fue una experiencia que ni yo misma creía”, confesó ante un público tan entusiasta que la charla tuvo que repetirse tres veces desde el lunes 11 de noviembre.
Las investigaciones del equipo consiguieron un informe en el Archivo Arquidiocesano de Caracas que revela que desde 1954 ya la reliquia estaba en muy malas condiciones.
“La imagen del niño pudo haberse quedado en ese vidrio roto y se perdió. En la revisión encontramos restos de hongos, puntos de soldadura porque se soldó el broche para que no la pudieran abrir, pero las virutas cayeron adentro y la quemó”.
La propuesta original de Jiménez era realizar las labores en Caracas, donde se contaba con laboratorios y equipos adecuados para tal fin, pero la negativa fue contundente. “La virgen no sale de Guanare”, le repitieron varias veces.
Primeros indicios en la restauración de la reliquia de la Virgen de Coromoto
Se planteó realizar el trabajo en el sótano de la basílica de la Virgen de Coromoto, pero las condiciones eran complejas: el lugar era húmedo y oscuro. Después consiguieron un espacio en la Casa de la Bella Señora, hogar de las Siervas del Santísimo en Guanare que acondicionaron González y Jiménez, para comenzar la restauración el 11 de marzo de 2009.
Antes de comenzar los trabajos, el obispo que estaba en Guanare les hizo jurar sobre la biblia que lo que pasara ahí no lo iban a repetir. “También nos dijo que le pidiéramos algo a la virgen. Yo le pedí que sean sus manos las que restauren antes que las mías”.
La imagen estaba adherida a un vidrio roto, que fue colocado años atrás tras un incidente en el que la reliquia cayó de las manos de un visitante y fue pisada. Jiménez y su equipo enfrentaron múltiples desafíos técnicos y emocionales, que incluyeron encontrar restos de hongos y puntos de soldadura que habían dañado la imagen con pequeñas quemaduras.
Una de las experiencias más impactantes ocurrió cuando Jiménez y sus compañeros lograron despegar la imagen del vidrio usando un método de humectación que, sorprendentemente, funcionó en menos de dos horas. Para la restauradora, ese y otros incidentes eran difíciles de explicar en términos puramente técnicos. “Pablo decía que la Virgen estaba viva, pero yo no le creía”, compartió.
Retos técnicos y emocionales de la restauración
La restauración avanzaba, y con cada intervención, la imagen parecía"cobrar vida". Durante el proceso de limpieza, Jiménez notó un cambio en la expresión de la Virgen: “Sentí que sonreía. Antes, la boca era recta”.
Este detalle, que también conmovió a sus colegas, marcó el momento en que la mujer comenzó a ver la imagen con otros ojos. “Le pedí que sean tus manos las que restauren antes que las mías”, recordó emocionada.
El momento culminante llegó al examinar el ojo de la Virgen bajo el microscopio. La restauradora relató cómo, al enfocar la imagen, sintió que la mirada de la Virgen se encontraba con la suya. “Me quedé inmóvil, sentí que me observaba, era un ojo perfecto, tenía iris”.
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Esta experiencia, que la hizo llorar desconsoladamente, le reveló que la imagen no era solo una reliquia, sino una manifestación sagrada.
Un legado de fe y técnica
La restauración concluyó con éxito y, desde 2012, la imagen ha mostrado una notable autorestauración, algo que Jiménez define como un fenómeno casi milagroso.
A lo largo del proceso, se confirmó que la imagen estaba en papel antiguo, y su limpieza se realizó usando agua bendita que, sorprendentemente, mantenía un pH neutro de 7 en todas las mediciones.
Se dice que en el ojo izquierdo se ve la figura de un indio “porque lo último que se ve al morir queda grabado en el iris”. Y en el ojo derecho se ve la silueta del mapa de Venezuela.
Otro dato curioso es que en la parte inferior izquierda del soporte sobre el que está la reliquia, apareció una “M”, lo que representa para los restauradores que la virgen firmó su propia obra. “Ella se restauró, nuestras manos simplemente fueron un instrumento para hacerlo posible”.
Jiménez, nacida en Caracas en 1955, tiene una larga trayectoria en la conservación de documentos antiguos, con estudios en España y múltiples proyectos en su haber. Sin embargo, afirma que este trabajo ha sido el más transformador de su vida.
La conferencia finalizó con una reflexión sobre el impacto de la restauración en su vida personal: “No creía en nada, pero hoy puedo decir que la Virgen transformó mi vida”.
La reliquia será despedida de Carabobo a las 2:00 p.m. de este miércoles 13 de noviembre en la Plaza Bolívar de Valencia, luego de acompañar a la Virgen del Socorro en su misa solemne en el Forum de Valencia y en la procesión de regreso a la catedral.