Con la retoma de los talibanes en Kabul y conforme avanzó el día, el pánico se apoderó de la capital afgana. Las tiendas cerraron y se formaron enormes atascos. Miles de policías y otros miembros de las fuerzas de seguridad abandonaran sus puestos, uniformes e, incluso, sus armas.
En los bancos se observó una gran aglomeración, con gente que buscaba retirar su dinero mientras quedara tiempo. En el barrio de Taimani, en el centro de la capital, el miedo, la incertidumbre y la incomprensión se apoderaron de muchos.
“Tomamos nota del retorno de los talibanes en Afganistán, y esperamos que su llegada traiga paz y no un baño de sangre. Recuerdo, cuando era niño, las atrocidades cometidas por los talibanes”, declaró a la AFP Tariq Nezami, un comerciante de 30 años.
Las mujeres, las grandes afectadas
Muchos afganos, sobre todo en la capital, y las mujeres en particular, acostumbradas a la libertad de la que han disfrutado durante los últimos 20 años, temen la vuelta al poder de los talibanes.
Durante el régimen anterior a 2002, las mujeres no podían trabajar ni salir sin estar acompañadas por un hombre, y se prohibía a las jóvenes y niñas ir a la escuelas. A los ladrones se les cortaba las manos, los asesinos terminaban ejecutados públicamente y los homosexuales, liquidados.
Aunque tratan de mostrar hoy una imagen más moderada y han prometido que si vuelven al poder respetarán los derechos humanos, en especial los de las mujeres, aunque de acuerdo con los “valores islámicos”, no hay muchos indicios de que los talibanes harán más llevadera la vida de algunos sectores.
De hecho, en las nuevas regiones conquistadas, los insurgentes ya están acusados de numerosas atrocidades: asesinatos de civiles, decapitaciones y secuestros de adolescentes para casarlas por la fuerza, entre otros.
Huyendo del terror
Señala el medio alemán Deutsche Welle (DW) que muchos civiles comenzaron a huir ante la llegada de los talibanes a varias ciudades. Pakistán abrió su paso fronterizo para los afganos varados en esa zona. A finales de julio, el Gobierno pakistaní había anunciado que no estaba dispuesto a recibir a más refugiados, pero eso ha cambiado ahora.
Además, los peores temores se hicieron realidad. Luego de la retirada de las tropas internacionales, la guerra civil entre los talibanes y las fuerzas afganas volvió a estallar en varios lugares de Afganistán. En todo el país se registraban combates, también con armas pesadas.
Por ejemplo, en Lashkar Gah, una ciudad al sur de Kabul, un bombardeo aéreo destruyó el 8 de agosto un hospital y una escuela. La población civil terminó expulsada o usada como escudo humano. Decenas resultaron heridos y muchos murieron.
Está el caso de Farzia, de 28 años, quien perdió a su esposo en los combates contra los talibanes en la ciudad de Baghlan, al este de Kunduz, y ahora vive provisoriamente con sus dos hijos pequeños, de cinco y dos años, en un campo de refugiados en el parque Share-e-Naw, en Kabul, la capital afgana. Para muchos afganos como ellos, el futuro es incierto.
La situación se agrava especialmente para los afganos que trabajaron con la OTAN, que temen ataques por venganza de los talibanes y tratan de llevar a lugar seguro a sus familias. Si los talibanes se acercan, solo queda empacar lo más necesario y huir, a menudo, a través del frente de los enfrentamientos.
Con información de Semana y DW.
