Los combates acabaron con las esperanzas de una tregua duradera. (Foto EFE)

EFE

«¡No he perdido, he ganado!» espeta Amina Abu Yahmad Nasser, la madre de la esposa del líder militar de Hamás, Mohamed Deif, muerta durante la noche en un ataque aéreo israelí sobre la vivienda que alquilaba.

Cientos de personas más la acompañaban este mediodía en el campo de refugiados palestino de Jabalia, en un sentido rezo con el que se despidió de su hija Widad Mustafá Harb Asfur y a la nieta de siete meses fallecida junto a ella y tres personas más de la familia Dalu en el barrio de Sheij Rawdan, en Ciudad de Gaza.

«¿De España? Le digo al Gobierno español que apoya a Israel. ¿Por qué no apoya a los palestinos? ¿Por qué no apoya nuestros derechos? Si queréis ayudarnos, meted en la cárcel a todos los asesinos israelíes por lo que han hecho», grita a Efe a la salida de la mezquita que acogió el funeral.

Entre el ruido de más ataques de la aviación israelí, que ayer retomó unos bombardeos que en las últimas horas han causado al menos 18 muertos, otra anciana apoya las palabras de Amina mientras abandona el templo y se pregunta qué han hecho los niños para morir en este conflicto.

En el estrecho callejón, bajo un calor sofocante, se arremolinan las mujeres ante la entrada de la mezquita, donde una explica que los israelíes «querían matar a un gran líder (Mohamed Deif). Creían que matando a su familia, conseguirían atraparle. Pero están equivocados».

El propio Deif ha sido objeto de múltiples atentados contra su vida, en un intento de Israel de deshacerse del líder de las Brigadas Azedim Al Kasam, brazo armado de Hamás, que en rara ocasión se ha pronunciado en el actual conflicto, manteniéndose en paradero desconocido y alimentando la leyenda sobre su persona.

«Mohamed Deif merece la muerte igual que (el ex líder de la red terrorista internacional, Osama bin Laden), es un objetivo legítimo», justificó hoy el ministro de Interior israelí, Gideon Saar.

«Se presentó una ocasión para eliminarlo», agregó en declaraciones a la radio militar, respaldadas por su colega de Justicia, Tzipi Livni.

Según la ex jefa de los negociadores israelíes, «intentar matar a una persona que está involucrada en terrorismo no es solo legitimo sino deseable a mis ojos. Durante todo este tiempo, he apoyado matar a los líderes terroristas».

Sin embargo, Deif no fue alcanzado durante el ataque, sino sus allegados. También, una madre junto a dos de sus hijos, todos de la familia Dalu, propietarios del inmueble reducido a escombros poco después romperse el martes el alto el fuego y fracasar el intento de diálogo.

La destrucción no solo afectó al edificio, sino también a los colindantes, causando decenas de heridos y la pérdida de la flota de autobuses de la familia Abu Albaa, reventados frente a la casa por las explosiones, el impacto de misiles y sus esquirlas.

«Primero lanzaron tres cohetes de aviso sobre los autobuses. A los cinco minutos, contra la vivienda», rememora uno de los muchos vecinos que se congregan en la zona para ver los efectos de la reactivación de un conflicto armado que solo unos días antes parecía dar sus últimos coletazos.

En ese momento, el fuerte estruendo de lo que parece el lanzamiento de un cohete recuerda a los reunidos que las hostilidades siguen en marcha y alerta sobre una posible respuesta israelí que no tarda en llegar.

Así se comprueba en el hospital de Al Shifa, donde también se ha reanudado la tensa actividad y empiezan a llegar heridos de las proximidades del vecindario de Sheij Rawdan y de otras regiones de la Franja.

Allí, el perenne portavoz del Ministerio de Sanidad, Ashraf Al Qedra, trabaja en su oficina ofreciendo actualizaciones sobre las víctimas y heridos, que cifra en 104 a mediodía.

Pero las sirenas de ambulancia y las lágrimas de familiares confirman que el número aumenta rápidamente y que el ciclo de dolor, muerte y entierros ha regresado con su despiadada rutina porque quienes pueden pararlo no parecen desear hacerlo.




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