l Met salvó una primera bola de partido esa noche. (Foto Archivo)

EFE

La sombra de un cierre patronal se cierne sobre el inicio de la próxima temporada del Metropolitan Opera de Nueva York, una institución que vive una profunda crisis entre dirección y empleados y que no ha conseguido aislarse de las dificultades que atraviesa la lírica en esta ciudad.

Tras meses de negociaciones, el pasado jueves venció el plazo fijado para renovar los contratos de muchos de los trabajadores de la prestigiosa compañía, desde cantantes y músicos a tramoyistas y administrativos.

El Met salvó una primera bola de partido esa noche con un acuerdo para continuar las conversaciones durante 72 horas bajo mediación federal y una segunda este fin de semana, después de que el plazo extra no diese resultados.

En la noche del sábado, dirección y trabajadores pactaron prorrogar los contratos durante una semana para dar tiempo a que una firma independiente lleve a cabo una auditoría financiera de la institución.

Con ese análisis se espera facilitar un acercamiento de posturas que evite la implosión del conflicto laboral que amenaza el comienzo de la temporada, previsto para el 22 de septiembre, y para el que ya han comenzado los ensayos.

De producirse finalmente, el cierre patronal sería el tercero en la historia de la mayor compañía de ópera del mundo, tras los vividos en 1969 y 1980.

El primero de ellos, según recuerda la prensa local, provocó tal caída en las ventas de abonos que el Met tardó más de una década en recuperarse.

En esta ocasión, la compañía tiene por delante una agónica semana para conocer su futuro más inmediato, pero en cualquier caso las perspectivas a medio plazo no pintan bien, dada la herida abierta entre empleados y gestores.

La dirección, presionada por unas cada vez mayores estrecheces económicas, planteó este año a los trabajadores -señalados habitualmente entre los mejor pagados del sector- un recorte salarial de entre el 16 y 17 por ciento.

La respuesta de estos fue una negativa rotunda. Según aseguran, incluyendo las reducciones que habría en sanidad y pensiones, la pérdida para los empleados estaría entre el 25 y el 37 por ciento.

En medio del conflicto, no tardaron en aparecer duras críticas al director gerente, Peter Gelb, a quien los sindicatos que representan a gran parte de los artistas y técnicos acusan de malgastar fondos y de una dirección artística que, consideran, es la que ha reducido la venta de entradas.

Gelb llegó a la dirección del Met en 2006 con el objetivo de popularizar la ópera entre nuevos públicos y no ha escatimado gastos en ello.

En los últimos ocho años, el presupuesto anual de la compañía ha pasado de unos 200 millones de dólares a más de 325 millones, se ha doblado el número de nuevas producciones y se ha impulsado la emisión de los espectáculos en alta definición en pantallas de todo el mundo.

Pero la gran ópera de Nueva York depende cada vez más de multimillonarias donaciones para seguir adelante, mientras que las ventas empeoran en lugar de mejorar.

Los problemas para el Met, que hasta ahora parecía más o menos inmune a las dificultades, no son nuevos para el circuito operístico de Nueva York.

Hace menos de un año cerraba sus puertas la City Opera, la gran compañía alternativa de la ciudad, incapaz de hacer frente a los gastos.

La casa, fundada en 1944 para ofrecer a los neoyorquinos un acceso más asequible a la lírica, llegó a organizar más de cien óperas al año, pero terminó sus días con dieciséis y con infructuosos intentos de recaudar fondos a la desesperada.

El Met, desde su reluciente hogar del Lincoln Center, está lejos de eso, pero Gelb ya ha advertido en más de una ocasión que, o se toman medidas, o la compañía podría estar en situación de bancarrota en tan solo tres años.




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