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EFE

El presidente de EE.UU., Barack Obama, que en las últimas semanas se ha comparado con un oso de circo deseoso de librarse de sus cadenas, volvió este martes a escapar de los menús de la Casa Blanca con una visita a un restaurante de comida mexicana.

El mandatario almorzó junto a cuatro trabajadores que han tenido dificultades para conciliar su vida laboral y familiar en un restaurante del barrio de Woodley Park, en Washington, muy cerca de un hotel donde poco después pronunció un discurso.

«Acabo de ir andando hasta Chipotle por mi almuerzo. He causado bastante caos, como podría esperarse. Pero hacía bastante tiempo que no tomaba su burrito al plato y estaba rico», dijo Obama en el discurso, durante la cumbre de familias trabajadoras celebrada hoy por la Casa Blanca.

El gobernante se desplazó con su limusina desde la Casa Blanca hasta el hotel Omni Shoreham, donde se celebra el acto, pero a continuación se bajó del vehículo y caminó un par de bloques hasta el restaurante, en mangas de camisa y con gafas de sol.

Esta imprevista escapada se suma a otras salidas recientes del presidente, quien asegura sentirse algo acorralado entre las paredes de la Casa Blanca y a finales de mayo decidió desafiar los dictados de su cargo y dar un paseo por el centro de Washington.

Unos días después, Obama caminó hasta un céntrico Starbucks para buscar un té sin avisar al grupo de periodistas que le siguen y al día siguiente también se saltó el protocolo para escaparse junto al secretario de Educación, Arne Duncan, a almorzar una hamburguesa.

«La burbuja presidencial supone un reto y una de las cosas que el presidente echa más de menos es la capacidad de poder andar por la calle y hablar con la gente», dijo hoy el portavoz de la Casa Blanca, Josh Earnest, en su conferencia de prensa diaria.

«Al presidente le llegan 10 cartas cada noche que resumen el tipo de correspondencia que le envía gente de todo el país y todo esto (los paseos) forma parte de un esfuerzo para dar al presidente todavía más información sobre la reacción de los estadounidenses a los retos que están enfrentando», agregó Earnest.

Obama no es el primer presidente que se aficiona a las salidas del Despacho Oval: Bill Clinton acostumbraba a salir a correr todas las mañanas -y detenerse después por comida rápida-, mientras que Richard Nixon llegó a escaparse una madrugada de 1970 para ver el monumento a Lincoln.




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