La temporada de lluvias mantiene en estado de alerta a Olga Guevara y sus vecinos, quienes viven en la orilla del río Cabriales de Valencia, donde la amenaza del torrente es interminable.
Guevara habita con sus tres hijos al borde del principal caudal de la capital carabobeña. No olvida el recuerdo de los aguaceros más feroces, cuando la corriente irrumpió en su rancho de zinc, arrastró cuanto pudo y dejó inservibles sus pertenencias más valiosas: camas, colchones, gaveteros y electrodomésticos.
Desde entonces el resonar de los gotas sobre el techo de Guevara aniquila sus aspiraciones de tener un sueño tranquilo. “Cuando llueve duro aquí no se duerme, vivimos en una incertidumbre pensando que el río nos va a llevar”.
El muro
Otros habitantes de la zona comparten la misma angustia: sienten miedo ante un inminente desbordamiento, por lo que decidieron fabricar un muro de contención en el patio de sus casas con cauchos y arena.
Jaime Díaz terminó su dique hace un mes. Recorrió varias caucheras explicándole a los dueños su propósito y éstos le otorgaron los neumáticos dañados. Aunque logró su cometido el desasosiego persiste. “El problema es que cuando sube el río el agua empieza a subir primero por el alcantarillado”.
Sugeidis Trompiz vive en el rancho próximo al de Díaz con otras ocho personas, seis niños entre ellas, y todavía no termina su muro. La última vez que el Cabriales invadió su vivienda abrió un agujero en el baño y se llevó el tubo de desagüe del inodoro. El agua le llegaba a las rodillas. “Tenemos miedo de que el río se termine de llevar los poquitos corotos que nos quedas”.
En abandono
El día a día de la comunidad es un verdadero infierno por los prolongados cortes eléctricos, la escasez de gas doméstico, la falta de conecciones de telefonía fija e Internet, y, para rematar, un bote de aguas negras que inunda la calle desde hace un año con un olor putrefacto. “Tenemos tres meses sin gas y ahora uno pasa todo el día cocinando en los caracoles. De paso a veces nos quitan el agua por una semana. Uno no puede vivir así”, consideró Trompiz.
“Los niños ni siquiera pueden jugar. Es un peligro. Ese bote trae plagas y muchas enfermedades”, comentó Díaz, quien aseguró que en más de una ocasión habían solicitado ayuda a la Gobernación de Carabobo pero nunca les solucionaron el problema.
Para la foto
Cuando son fuertes las precipitaciones los bomberos les piden desalojar los ranchos y después del desastre las autoridades ofrecen indemnizaciones pero los vecinos del Cabriales se casaron de escuchar promesas. “Ellos vienen, ven todo lo qué pasa y ayudan a un necesitado. Toman la foto y hacen su propaganda pero ¿y el vecino del frente? ¿Y las demás personas? Por eso es mentira. Aquí no hay ayudas”, explicó Guevara.