“Entre marxistas y fascistas, entre los hunos y los hotros, van a dejar a España inválida de espíritu”. Miguel de Unamuno. Salamanca 1936.

El espinoso asunto del “atentado” contra el Presidente Nicolás Maduro es para helarle el alma a cualquier venezolano sensato, sea verdad o haya sido un montaje. Ambas circunstancias son gravísimas, por el trasfondo irracional que presume en una nación mayoritariamente democrática.

Si fue cierto el magnicidio frustrado, es gravísimo porque presume la existencia de algunos venezolanos que creen válido cualquier método, incluido el crimen, para tomar el poder. Aunque también refleja las consecuencias que se derivan de la decisión gubernamental de cerrar las vías electorales, con equidad, para la alternativa democrática. Esto último no es solo una presunción, como consecuencia de las últimas elecciones que no reconocen la mayoría de los países del mundo, sino la guinda que adornó la torta de todo este desaguisado: la intervención del segundo hombre del régimen en el acto de respaldo al Presidente, al día siguiente del presunto atentado. Allí dijo Diosdado Cabello: “la derecha (para él, la derecha es toda oposición al régimen) no va a tomar el poder ni por las buenas ni por las malas”.

Esa es una confesión, “erga omnes”, de una declaratoria dictatorial sin apelación posible.  Y es, precisamente, lo que he venido alertando desde que Chávez asumió el poder y sus convocatorias electorales con descarado ventajismo: que cerrar, progresivamente, las vías democráticas al cambio político, abre las puertas a cualquier otra salida violenta “de los hotros” que nadie quiere, pero que “hunos” provocan.

Ese es el camino hacia el peor destino: la guerra fratricida que alertaba Don Miguel de Unamuno y que ni “hunos ni hotros” hicieron caso en la España de 1936 y que dejó, tres años después como desiderátum, la aterradora cifra de un millón de seres humanos muertos (la mitad fueron asesinados y la otra mitad fueron los asesinos, quienes también quedaron muertos en vida, según la atinada observación de José María Gironella).

Ahora, si lo del atentado no fue cierto sino un montaje, como lo presumen las mayorías nacionales hastiadas de oír, durante casi veinte años, decenas de “atentados” contra Chávez y Maduro que nunca concluyeron en nada, también es muy grave. Sobre todo, después de oír varias versiones, de altos funcionarios del gobierno, contradiciéndose entre sí. Es grave, porque entonces presume toda una mascarada para salir a reprimir sin justificación alguna, distinta a la aspiración de Diosdado que es la de quedarse eternamente en el poder y eso es inaceptable, porque presume el estímulo a resolver las cosas por la vía violenta y no civilizada.

Esto último se parece a la ya viejísima denuncia (aunque históricamente tan cercana) del Rector de Salamanca, donde dejaba deslizar el problema mental que significan los odios cuando se desatan en toda una nación. He aquí la cita al completo: “En este estado y con lo que sufro al ver este suicidio moral de España, esta locura colectiva, esta epidemia frenopática (como sinónimo de enfermedad mental) figúrese cómo estaré. Entre los uno y los otros- o mejor los hunos y los hotros- están ensangrentando, desangrando, arruinando, envenenando y entonteciendo España”. (Esta cita procede de una carta de don Miguel a Quintín de Torre del 13.12.1936).

Y aquí, repito, de ser cierto el “montaje del atentado” sería porque los manipuladores del régimen se han dado cuenta que tenemos una opinión opositora que siendo paradójicamente mayoritaria, se deja manipular y confundir por una minoría.  En consecuencia, estamos entre un gobierno (los hunos) que empujan a la oposición (los hotros) a posiciones donde los primeros son los que tienen la ventaja: la fuerza bruta. Lo digo, al ver tanto opositor cantándole loas al “atentado” sea o no cierto, ergo, siempre los radicales caen en la misma trampa.

Bien lo decía Vladimiro Mujica en un reciente artículo impecable: “entender las ramificaciones y complejidades del uso de las herramientas de psicología social para entender el hecho político (lo que Vladimiro explica, en el mismo artículo, como gaslighting), más allá de las consideraciones del materialismo histórico en el que muchos de nosotros crecimos, es un reto intelectual fascinante. Pero trascendiendo el disfrute intelectual, aterra la fragilidad de nuestras mentes individuales y nuestra psiquis colectiva ante la manipulación estructurada y planificada como instrumento de dominación social. Hace mucho tiempo que deberíamos haber entendido la naturaleza del enemigo que enfrentamos”.

En definitiva, tanto los “hunos” que creen se pueden quedar eternamente en el poder, como “los hotros” que piensan que solo la violencia va a sacar a aquellos (sin tener la fuerza para tal propósito) se van a encontrar con un pueblo que tarde o temprano se va a deshacer de hunos y hotros, para darle paso a la sensatez, a la cordura, a la sindéresis de un gobierno serio, coherente, que pueda meter en cintura a hunos y hotros, pero por las buenas, a menos que haya que darle la razón a hunos y hotros y nos mataremos entonces…como los españoles, del 36 al 39, del siglo pasado.

En todo caso, por nuestra parte, no podemos callar ante tanta locura colectiva y, entonces, debemos recordar, una vez más a don Miguel, al principio de su discurso aquel 12 de octubre de 1936 en la Universidad donde era “sumo sacerdote”: “a veces quedarse callado equivale a mentir; porque el silencio puede interpretarse como aquiescencia”: frente a la frenopática de hunos y hotros insensatos, en la Venezuela de hoy.

aecarrib@gmail.com

@EcarriB




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