Rafael Jesús Cárdenas es comerciante informal en la avenida Lara (Foto Rosimar Sánchez)

Para Darwin Flores, la frase «Quédate en casa», como una medida para prevenir contagios por COVID-19, no tiene ningún efecto. Es comerciante informal y si deja de trabajar un día, no puede llevar el pan a la mesa.

A las 6:30 de la mañana, Darwin toma una cesta plástica, coloca la lencería para la venta y se encomienda a Dios antes de salir de su vivienda en el sector La Florida de Valencia. Teme infectarse del virus, pero quedarse en casa no es una opción.

En una esquina de la avenida Lara de Valencia, Darwin vende medias y ropa interior.

Darwin Flores, vendedor informal (Foto Rosimar Sánchez)

Su reto principal es terminar la jornada de trabajo sin que funcionarios policiales lo desalojen, puesto que solo el personal de sectores esenciales tiene permitido laborar durante la semana de cuarentena radical que inició este lunes 6 de julio.

«No nos dejan trabajar, en mi casa son cinco personas que dependen de mí. Como está la situación en el país, esta pandemia quedó en segundo plano; el primer plano es salir a sobrevivir todos los días«.

Unas cuadras más adelante está Rafael Jesús Cárdenas con su puesto de venta de ropa interior y tapabocas de tela.

Su motivación para salir a las calles todos los días son sus dos hijos. «Es muy difícil quedarse en la casa, que los niños te pidan comida y no tengas nada. Hay que salir a buscar».

Rafael ofrece cuatro tapabocas de tela por un dólar y cuatro pares de media por el mismo precio. En un día «bueno» de ventas, con suerte, consigue el dinero para comprar tres productos de la cesta básica. «Es muy difícil, con la pandemia está todo cerrado y hay poca gente en la calle».

Durante los siete días de cuarentena estricta solo están autorizados para laborar, trabajadores de sectores priorizados y los establecimientos comerciales que pueden abrir sus puertas son los que expenden alimentos y medicinas, en un horario comprendido de 8:00 de la mañana a 4:00 de la tarde. El resto de la población deberá procurar permanecer en sus hogares.

«Si no nos mata la pandemia, nos mata el hambre», expresó Rubén Barrera, de 58 años, quien vende cigarrillos en la avenida Lara de Valencia.

Él siente más temor a tener la despensa vacía que a sumarse a la lista de contagiados por COVID-19 en la entidad carabobeña. «¿Cómo hace uno para llevar comida a la casa? Hay que guapear y salir a buscar alguito. Aquí lo poco que se hace es para medio sobrevivir».

Rubén Barrera, vende cigarros y caramelos (Foto Rosimar Sánchez)

En horas de la noche de este martes 7 de julio, el Gobierno nacional anunció siete nuevos casos por COVID-19 en Carabobo. La cifra total de infectados en la región es inexacta.

De acuerdo a la información del Ministerio de Salud publicada en el Sistema Patria la cifra se ubica en 82 contagiados, pero el pasado 30 de junio el Instituto Carabobeño de la Salud (Insalud) ya contabilizaba 81 casos confirmados en todo el estado.

«Una cosa es el miedo a contagiarse y otra la necesidad», afirmó Carlos Guanipa desde la Plaza de Toros de Valencia, una de las zonas de la ciudad que registra mayor concurrencia de personas.

Tiene 30 años de edad y cuatro hijos que dependen de lo que se gane un día con la venta de tapabocas y hornillas eléctricas.

Carlos Guanipa, comerciante informal en la Plaza de Toros (Foto Rosimar Sánchez)

Todos los días sale de su vivienda en Mariara, municipio Diego Ibarra, a las 4:00 de la mañana. Llega al punto a las 6:00 de la mañana y culmina la jornada a las 12 del mediodía. «Es una lucha diaria, salir a la calle con el riesgo del coronavirus pero tengo cuatro hijos y debo llevar el pan».

Cada tapabocas de tela tiene un precio de 50 mil bolívares, de los cuales 10 mil bolívares le quedan a Carlos. Al día, tiene que vender aproximadamente 20 de estos artículos de higiene para poder comprar un kilo de arroz.

Según los resultados de la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) 2019-2020, anunciados este martes 8 de julio, 79,3% de la población no tiene cómo cubrir la canasta básica familiar que para el mes de junio superó los 100 millones de bolívares, de acuerdo a las cifras del Centro de Documentación y Análisis de la Federación Venezolana de Maestros (Cendas – FVM).

En el rostro de Leonardo Suárez se nota la angustia por llevar al sustento para el hogar. Camina de un lado a otro en las inmediaciones del puente Santa Rosa, ofreciendo tapabocas de tela guindados en un gancho.

Leonardo Suárez (Foto Rosimar Sánchez)

No quiere que sus dos hijas pasen hambre, pero desde hace casi cuatro meses cuando se decretó el estado de alarma en el país, las ventas han disminuido considerablemente.

«Las ventas están malísimas. A veces lo que hago en un día no me alcanza ni para un producto de la cesta básica».

El punto de operación de Leonardo era en el Mercado de Mayoristas de Tocuyito que permanece cerrado desde el pasado jueves como una medida de prevención para evitar contagios por COVID-19. «Tengo que caminar y caminar para llevar algo para la casa, no me puedo quedar encerrado. La realidad es que salimos a la calle arriesgándonos a que se nos pegue el virus porque no tenemos de otra».




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